Portada diseñada por Quinita Villacampa. Obra finalista del certamen de obra gráfica "Día de la libertad de Prensa". 

La Asociación de la Prensa y la Escuela de Arte, convocaron el I Concurso de Obra Gráfica. El requisito imprescindible fue que todas las obras estuviesen inspiradas en el artículo 20 de la Constitución. La portada de este Anuario, finalista de dicho certamen, representa un ratón de ordenador arrastrado por una cadena de grandes dimensiones.


Residuos en pimiento. De crisis a oportunidad


Todo comenzó como una mala jugada del destino. Con un guiño de malicia, alguien o algo propició que justo el 28 de diciembre de 2006, día de los Santos Inocentes, comenzara una pesadilla colectiva que aún no ha podido olvidar el sector agrícola almeriense. A partir de esa fecha, comenzaron a sucederse una seria de alertas sanitarias que tenían un doble efecto muy poco deseable. Por una parte, las hortalizas cultivadas en Almería pasaban a formar parte de la lista negra europea a consecuencia de la detección de residuos de productos fitosanitarios prohibidos. Para más escarnio, las alertas sanitarias provocaban una carrera contra reloj para detectar el origen del problema y sumergía a las comercializadoras hortofrutícolas almerienses en los síntomas de una fiebre de persecución que se saldó con varias suspensiones cautelares de actividad comercial.

No había pasado nunca, al menos de forma pública y notoria. Nadie se lo terminaba de creer, pero era cierto. Estrecha vigilancia administrativa sobre varias empresas, miedo a exportar más pimiento ante la incertidumbre de desconocer las materias activas que realmente se estaban utilizando en el campo, las primeras sanciones a agricultores y a comercializadoras. El cuento del lobo había demostrado su moraleja, y después de años con la sensación de total impunidad, el sector agrícola almeriense se encontró acorralado y, lo que es peor, sin saber qué decir.

No había muchas defensas posibles. Por mucho pecho que los empresarios almerienses del sector quisieran sacar, pocos argumentos defensivos podían lanzarse hacia los mercados europeos cuando las acusaciones eran tan graves. No se trababa de un simple caso de exceso de residuos fitosanitarios, sino de la detección de un producto prohibido, cuyo uso era ilegal y que además se había comercializado en el mercado negro. Todos los indicios se conjugaron para dar la peor imagen posible de Almería como una zona de producción hortícola poco deseable para los exigentes protocolos de calidad de las principales cadenas europeas de supermercados. En consecuencia, la confusión se apoderó de la actividad comercial del sector agrícola almeriense durante unas semanas, a la vez que los gerentes y los comerciales de las empresas sólo podían rezar para que ningún análisis pusiera en duda su trabajo. Entre la confusión, la labor discreta pero implacable de la delegación provincial de Salud, que en pocas situaciones iguales se había visto hasta la fecha, y que no tuvo más remedio que aplicar los protocolos de control reservados para estos casos y por orden directa del Gobierno español, que ya había sido amonestado por las autoridades sanitarias de la Unión Europea.

Fue un invierno difícil. Los meses de enero y febrero compusieron una serie de acontecimientos muy negativos para la imagen externa de Almería que bien podrían haber costado mucho más caro al futuro del sector, pero finalmente no sucedió así. Al mismo tiempo que la Administración seguía adelante con su labor policial y sancionadora, comenzó a escucharse un tímido discurso que abogaba por cambios profundos en los modelos de producción. De forma progresiva, un tono de autocrítica comenzó a ocupar buena parte de los pensamientos más íntimos de los agentes del sector y poco a poco catalizó una preocupación colectiva por cuál iba a ser el destino inmediato del campo almeriense, puesto en entredicho y seriamente cuestionado por sus principales clientes en toda Europa.

No creo que nadie pueda ser capaz de señalar en una sola dirección a la hora de explicar qué motivó un cambio. No fue sólo el discurso político sobre la importancia de fomentar la producción integrada, sino que hubo muchas reacciones individuales y grupales que se combinaron para “dar la vuelta a la tortilla”. Incluso hay quien ha llegado a pensar que si la denominada crisis del pimiento hubiera sucedido en Estados Unidos, las primeras denuncias habrían estado impulsadas por la Administración para conseguir así la excusa perfecta para implantar el control biológico de plagas; algo así como una adaptación a estos tiempos de aquella vieja teoría de la conspiración por la que muchos americanos están convencidos de que su propio país facilitó que Japón atacara Pearl Harbour y tener así la excusa para declarar la guerra en el Pacífico.

Recuerdo que en una de las intervenciones realizadas por el consejero de Agricultura pocas semanas después de iniciarse la crisis del pimiento se entonó una frase que define muy bien la sensación que tenía el sector agrícola en esas fechas. “El agricultor ya tiene el miedo en el cuerpo- dijo el consejero- y esto ya no tiene marcha atrás”, aseveró Pérez Saldaña, mientras ya dejaba caer que era inminente la explosión demográfica de unos milimétricos seres alados que iban a salvar al campo almeriense de una hecatombe con magnitudes bíblicas.

Sería el miedo en el cuerpo, sería la negativa de los clientes a seguir comprando, serían las sanciones y, quizás en menor medida, sería la sensación de que había que mejorar y no volver a dar oportunidades a la competencia para que intentaran socavar el crédito internacional de nuestros productos. Fuera lo que fuera, la crisis del pimiento se convirtió en la oportunidad del pimiento. El hasta entonces latente control biológico al que sólo unos pocos pioneros se habían hecho adeptos comenzó a dibujarse como la gran alternativa, o mejor dicho, como la única opción para que Almería siguiera siendo una de las despensas de Europa. Poco a poco, todo fue quedando dispuesto para el gran boom del control biológico. Se desempolvó el trabajo realizado por la Consejería de Agricultura a nivel técnico, se comenzó a formar a la gente, se habilitaron líneas de subvención para los agricultores y se avisó a los productores de insectos para que pudieran estar a la altura de las necesidades.

Lo que sucedió después ya no es ningún secreto, aunque bien puede figurar en el libro de los récords. En un tiempo muy breve, el campo almeriense ha cambiado profundamente. Los viejos vicios se han enterrado y se han abierto las puertas de par en par a una nueva fase, caracterizada por nuevos retos y nuevas dudas. Está claro que hay un firme empeño por superar esos retos, porque Almería ha demostrado una vez más que tiene una portentosa capacidad de adaptación, gracias al aguante titánico de los agricultores. Los de estas tierras son duros, como el Poniente pedregoso que colonizaron los plásticos hace cuarenta años. Son tenaces, pegados al terruño y conscientes de la herencia que durante generaciones les ha mantenido adheridos a la tierra, con la obligación genética de trabajarla y aprovecharla al máximo. Los agricultores de estas tierras, señores, han dado toda una lección a medio mundo.

Tanto es así, que si en algún país desconfían de que en Almería se están haciendo las cosas bien, será porque miden los acontecimientos con sus propias reglas, y en la cabeza de un alemán o de un británico no cabe la posibilidad de cambiar todo un modelo de producción en más de once mil hectáreas en menos de un año.

Almería se ha merecido el dictamen de “prueba superada”. Pero ahora que ya hay cierta distancia que permite mirar los acontecimientos con perspectiva, Almería tiene que saldar algunas deudas. Nadie puede olvidar que la crisis del pimiento comenzó en invierno, cuando las grandes cadenas no tienen más remedio que abastecerse aquí. Que nadie olvide que la primera alerta sanitaria la declaró Alemania, a pesar de que los supermercados germanos compran muchos productos frescos en países terceros que no cumplen la legislación comunitaria en materia de productos fitosanitarios. Que nadie olvide que todas estas cuestiones siguen sin respuesta. Encontrar la respuestas seguramente ayudará a identificar a los culpables de aquella crisis y el campo almeriense podrá señalar a sus enemigos, con nombres y apellidos.


Compartir

Este artículo fue publicado originalmente en el Anuario Crítico de Almería 2008, en la sección Análisis y Reflexión


Si desea realizar un comentario sobre este artículo, recuerde hacerlo siendo respetuoso. Su comentario será validado por el administrador del sitio y publicado siempre que no sea ofensivo para el autor o lector de este artículo.


Autor

Web

Correo

Texto


Los textos recogidos en esta edición digital pertenecen a las ediciones publicadas, en sus respectivos años, del Anuario Crítico de la Asociación de Periodistas y Asociación de la Prensa de Almería | Para ponerse en contacto con nosotros o notificar algún tipo de abuso realizado en los comentarios de los textos publicados, puede escribir a nuestro email info@anuariocritico.es | También puede visitar nuestra web
Página subvencionada por la Diputación Provincial de Almería
Asociación de Periodistas | Asociación de la Prensa de Almería | Pz. San Sebastián, 5, G. Comercial Edf. Concordia, 1,1. 04003 Almería. | © Copyright 2009