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Artículos de este autor

El campo se concentra


2009 | Economía



Residuos en pimiento. De crisis a oportunidad


2008 | Análisis y Reflexión



La hipótesis de la no casualidad


2007 | Economía



Y dios creó el Silestone...


2013 | Economía



La hipótesis de la no casualidad


Los meses de febrero y diciembre de 2006 tuvieron algo en común, desde el punto de vista de lo que ha supuesto la actualidad de todo un año en el sector agrícola almeriense. Tristemente, las dos fechas serán recordadas porque en ellas se han registrado sendos ataques en contra de la calidad de los productos hortícolas procedentes del denominado ´mar de plástico´. En febrero de 2006, coincidiendo con el primer día de la feria Fruitlogística en Berlín (Alemania), un canal de la televisión pública germana emitía un reportaje en el que se ponían en duda los controles de calidad de las frutas y hortalizas almerienses. En dicho reportaje, se aportaban testimonios de varios exportadores almerienses para dar una sensación de objetividad a un guión seriamente manipulado y en el que no faltaban alusiones muy directas a los supuestos peligros derivados del consumo de frutas y hortalizas de Almería. La información provocó el efecto deseado por sus autores y durante el segundo día de Fruitlogística se confirmó que algunos pedidos de pimiento almeriense eran anulados por clientes alemanes. Tras el consecuente revuelo en Almería, y una bajada de precios en las cotizaciones del pimiento, la campaña agrícola llegaba a su final sin que desde el sector agrícola almeriense se llegara a hablar en ningún momento de iniciar una estrategia válida para defender la imagen del principal sector económico de la provincia en casos similares. 

A finales de diciembre de 2006, la polémica vuelve a originarse con la detección en Alemania de varias partidas de pimiento con residuos de un pesticida no autorizado actualmente, pero que fue muy habitual en la agricultura intensiva de finales del siglo XX. El pesticida, denominado técnicamente isofenfos metilo y que se comercializaba como A2plus, supuestamente no podía ser analizado a falta de las técnicas necesarias para localizarlo, pero el laboratorio público de la región alemana de Baden Wurttemberg lo localizó después de poner a punto un sistema analítico desconocido hasta la fecha. Nuevamente, la espoleta del descrédito hacia la provincia saltaba y corría por toda Europa la noticia, de la que se hacían eco sobre todo asociaciones de consumidores, temerosas de poner en peligro su salud por consumir pimiento español. 

No puede considerarse casual el hecho de que Almería aparezca siempre en determinados países europeos en tela de juicio, y mucho menos puede considerarse consecuencia directa del azar el hecho de que las últimas polémicas se hayan producido en Alemania, uno de los principales países consumidores del pimiento almeriense. Ahondando en la hipótesis de la no casualidad, cabe destacar que los dos últimos ataques procedentes de Alemania coinciden en fecha con una coyuntura de mercado muy dulce para los intereses de los exportadores almerienses, que en los meses más fríos del año tienen la capacidad de convertirse en proveedores casi en exclusiva de las principales cadenas europeas de supermercados, ya que las condiciones climáticas hacen muy difícil que otras zonas de producción compitan con Almería en ese momento. Así las cosas, parece que ya han salido a relucir los principales elementos que entran en juego en dichas polémicas. Por una parte, el momento de bonanza para los intereses comerciales de Almería y en segundo lugar las escasas opciones de las cadenas de supermercados para conseguir en otro sitio y a buen precio lo que Almería les puede ofrecer sin problema. No es extraño que con ese telón de fondo se pueda pensar que tanta crítica gratuita hacia las producciones agrícolas de Almería puedan estar realmente causadas por intereses comerciales, más que por la epicúrea defensa de la salud de los consumidores. Por cierto, que siempre que se ataca a Almería y se recomienda que no se consuman productos de la zona por asuntos relacionados con la presencia de pesticidas, nadie explica a los consumidores que las posibilidades reales de sufrir un problema de salud con el consumo habitual de esas frutas y hortalizas son muy lejanas. 

Para ilustrar más aún la hipótesis de la no casualidad, no hay más que recordar que hechos similares también se han registrado en determinadas fechas con la producción fresera de Huelva, casi siempre con el inicio de la recolección que es cuando los precios en origen son más elevados. En el amplio catálogo de ejemplos, también se pueden citar casos registrados en otros países durante los últimos años. Por ejemplo, el bloqueo comercial desde Alemania a las uvas de mesa griegas en momentos álgidos de producción, o el histórico empecinamiento de las autoridades sanitarias norteamericanas para dificultar la entrada de los cítricos valencianos en Estados Unidos. No hay que rebuscar mucho para encontrar pruebas más que patentes de que los productores, los exportadores y los consumidores están en manos de las grandes cadenas de distribución, cada vez más poderosas y más concentradas, pero que también tienen su talón de Aquiles. Ante todo, las grandes cadenas de supermercados quieren evitar cualquier escándalo que provoque una caída en las ventas y, por tanto, que permita la aparición de una quiebra en la encarnizada lucha que los gigantes de la alimentación mantienen en Europa por ´devorar´ a la competencia y ganar cuota de mercado. La salud de los consumidores (aunque sea de cara a la galería) y el respeto al medio ambiente, se han convertido en los dos principales dogmas de fe de la gran distribución alimentaria en Europa y en el resto del mundo desarrollado. Ninguna cadena querrá problemas con una organización ecologista y mucho menos con una asociación de consumidores que pueda emprender una campaña de publicidad negativa que provoque pérdida de clientes. 

La defensa a ultranza de estos dogmas y el imperativo comercial de ofrecer precios estables, sin altibajos a lo largo del año, y asequibles para la gran mayoría de consumidores, son aspectos que quitan el sueño a los directores comerciales de las grandes cadenas, obsesionados por cumplir con sus planificaciones anuales de beneficios y por ofrecer a los consumidores la más amplia gama de productos, ´al mejor precio y con la mayor calidad´.

Los intereses comerciales que están en juego no son nada despreciables, y parece que el viejo principio maquiavélico de que ´el fin justifica los medios´ es moneda de uso habitual a la hora de primar las producciones agrícolas de unos países frente a otras. Esto nos lleva a hablar de la tan reivindicada armonización comunitaria de los límites máximos de residuos de productos fitosanitarios. La UE acumula ya varios aplazamientos injustificables para aprobar la tan necesaria lista, que por ahora ofrece un escudo perfecto para que países con legislaciones más exigentes puedan criticar a otros con una normativa más laxa. A modo de ejemplo, Almería puede cumplir con los límites máximos de residuos de fitosanitarios vigentes en España, pero no con los vigentes en Holanda, por lo que la polémica está servida desde el principio. Siempre que lo deseen, los importadores de los Países Bajos podrán iniciar campañas mediáticas en contra de los productos almerienses aprovechando la falta de armonización de dichos límites. Dicen algunos expertos que los aplazamientos a la hora de aprobar dicha lista tienen mucho que ver con la oportunidad de que en manos de algunas importantes cadenas de distribución (con gran poder de influencia política) esté el poder de iniciar una polémica en contra de un determinado país. Huelga decir que campañas mediáticas de este tipo, derivadas de cuestiones fitosanitarias e identificadas rápidamente por el consumidor como un riesgo para la salud, tienen consecuencias comerciales inmediatas en los productos agrícolas del país perjudicado, que pierde la confianza de los consumidores y, en consecuencia, tiene que bajar los precios de referencia de sus exportaciones. 

Hasta el momento, el campo almeriense sigue soportando estoicamente estos ´castigos´ morales, ante la falta de decisión de los propios agentes afectados para amortiguar los efectos de estas crisis en un proceso de negociación que puede acabar, en el peor de los casos, con la ruptura de la relación comercial entre exportador y cliente extranjero. Por el momento, se impone la ley del más fuerte.

 

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Este artículo fue publicado originalmente en el Anuario Crítico de Almería 2007, en la sección Economía


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