Portada diseñada por Quinita Villacampa. Obra finalista del certamen de obra gráfica "Día de la libertad de Prensa". 

La Asociación de la Prensa y la Escuela de Arte, convocaron el I Concurso de Obra Gráfica. El requisito imprescindible fue que todas las obras estuviesen inspiradas en el artículo 20 de la Constitución. La portada de este Anuario, finalista de dicho certamen, representa un ratón de ordenador arrastrado por una cadena de grandes dimensiones.



Índice de esta sección

Naturaleza al límite


  

Yolanda Torrente


A solas con el mar


  

Mónica España


El espejismo del Almanzora


  

Paqui Martínez


Ley seca... en la calle


  

Noelia Lázaro


Otro cine es posible


  

Evaristo Martínez


Turismo de golf: verdades y mentiras. En busca del hoyo uno


  

Sonia Arráez Fernández


Año negro para tres de las pocas industrias de Almería


  

África Mateo


El ladrillo, nueva especie protegida en el Parque


  

Guadalupe Sánchez


Lucha integrada, volviendo a las raíces


  

Juanma López


Residuos en pimiento. De crisis a oportunidad


  

Armando García


Un sueño cumplido


  

Antonio Verdegay Flores


La brecha sanitaria


  

María José Uroz


El lío de las tortugas


  

Jesús Pozo


El pollo del Toyo


  

Elio Sancho


¿Qué es lo que falla?


  

Lola López


Los cementerios salen del túnel del tiempo


  

Ana Galera


Un solitario por `obligación´. Perfil de Jesús Peñalver


  

Elena Torres




Artículos de este autor

Otro cine es posible


2008 | Análisis y Reflexión



Cuando la crisis entra por la puerta...


2011 | Sociedad y Cultura



Un mar de letras


2013 | Cultura



Otro cine es posible


 

La apabullante presencia en las carteleras españolas del cine norteamericano más comercial, ese que mide su éxito en función de la recaudación conseguida en el primer fin de semana, junto al progresivo cierre de salas comerciales en España (de 936 en 2006 se ha pasado a 889 en 2007, según los últimos datos del Instituto de Cinematografía y de Artes Audiovisuales) hace que la oferta para los aficionados al séptimo arte sea cada vez más pobre y limitada. Corren malos tiempos para la lírica y los funambulistas y los exhibidores, no sin razón, apuestan sobre seguro por aquellos títulos que saben van a rendir en la taquilla. Ya se sabe, en tiempos de globalización, Coca-Cola para todos. 

Así, el cine minoritario, arriesgado, personal o que requiere de un esfuerzo extra por parte del espectador queda relegado a los circuitos de versión original de las grandes capitales; el resto debe conformarse con esa tabla de salvación llamada DVD o a navegar, con parche en el ojo y pata de palo, por las procelosas aguas de la Internet, buscando ese título que difícilmente verá en el lugar para el que se concibió; matando, por amor al cine, lentamente al propio cine: extraña, y nada romántica, paradoja. 

Sin embargo, no todo está perdido. En Almería, semana tras semana, un reducto de irreductibles sentimentales reivindica el cine en versión original subtitulada, historias que  permiten descubrir otras lenguas, otros sonidos, otras realidades, otras texturas, otros matices, otras formas de ver, oír y sentir la vida. El Cine-Club Universitario, cuya programación gestiona la asociación La Factoría, se ha afianzado, especialmente en el último trimestre de 2007, como una alternativa sólida en el panorama cultural de la capital. Según sus responsables, no hay un nexo de unión entre las películas seleccionadas cada año aunque sí se intenta que la mirada sea lo más poliédrica posible, con muestras de distintas cinematografías y géneros; en todos los casos se busca el sello de calidad de sus directores o de los premios logrados en los más prestigiosos festivales, desde Sundance hasta Cannes.

Tras su paso por el Auditorio Maestro Padilla y el Cine Teatro Cervantes, el Cine-Club parece haber encontrado en el Teatro Apolo, donde se instaló en octubre de 2006, su ubicación definitiva, sede que tiene en la Escuela de Música, Teatro y Danza de El Parador -donde las proyecciones son los miércoles, un día antes que en Almería- a una hermana pequeña aún balbuceante. En total, el Cine-Club ha congregado en 2007 a 5.707 espectadores; de ellos, 2.174 vieron las ocho películas proyectadas en el último trimestre, dato que parece corroborar que el boca a oreja funciona cada vez mejor.

La programación de este pasado año reparó algunas injusticias proyectando ‘Scoop’, de Woody Allen, y ‘The Queen’, de Stephen Frears: dos celebrados filmes que no se habían exhibido antes en el circuito comercial de la capital; buceó en los clásicos rescatando los ‘Freaks’, de Tod Browning, o ‘El séptimo sello’, de Ingmar Bergman; y apostó por el denostado cine español con ‘Cineastas en acción’, de Carlos Benpar, o ‘Atlas de la geografía humana’ de Azucena Rodríguez; e incluso estrenó un producto de la tierra, el documental de José María Herrera ‘Operación Flecha Rota’, sobre las bombas de Palomares.

Y en los meses de verano, cuando el Cine-Club hizo un obligatorio parón, su espíritu curioso, inquieto y contestatario quiso darse un baño de luna en ‘Almería, a cielo abierto’, iniciativa municipal para animar las noches estivales de los barrios de la capital con danza, conciertos, teatro y, como en los añorados tiempos de las terrazas, cine al aire libre. El menú servido también por La Factoría, lejos de apostar por ogros verdes, arácnidos o piratas caribeños, echó un órdago a la grande con cuatro títulos tan brillantes como poco convencionales y un tesoro rescatado del pasado.

Al abrigo de las estrellas, y en ocasiones con sillas llevadas desde casa, los vecinos de Cortijo Grande, Retamar, Los Molinos, Los Ángeles o El Alquián pudieron entrar en el siniestro mundo de Tim Burton con ‘La novia cadáver’; asomarse al onírico universo de Hayao Miyakazi, maestro de la animación oriental, con ‘El viaje de Chihiro’; emocionarse con el crío que hablaba con los santos en ‘Millones’, del ‘enfant terrible’ del cine británico Danny Boyle; o conocer las excentricidades de la familia de ‘Pequeña Miss Sunshine’, genial sátira sobre la obsesión norteamericana por el triunfo; y, como colofón, reencontrarse con el niño que todos quisimos ser un día en el clásico recuperado ‘Las aventuras de Tom Sawyer’. Películas más propias de cine-club que escaparon de su hábitat natural para despertar risas y aplausos, demostrando el inmenso poder de las imágenes y los diálogos: fue el sueño de unas cuantas noches de verano que mantiene viva la utópica idea de que otro cine es posible.


 

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Este artículo fue publicado originalmente en el Anuario Crítico de Almería 2008, en la sección Análisis y Reflexión


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