En noviembre nos dejaba Manuel del Aguila. Personaje renacentista del siglo XX almeriense. Cultivó con éxito materias tan diversas como la enseñanza, el periodismo, la poesía o la música. Quizás fue esta última actividad, la música, y especialmente su labor de recuperación del folklore popular y tradicional de la provincia, la que mas huella ha dejado de la actividad del maestro. Así no podemos olvidar su colaboración con el Maestro Padilla en la composición del Himno de la Virgen del Mar, o la gran repercusión de su tema Si vas pá la mar, cantada por el popular Manolo Escobar.

PROFETA EN SU TIERRA

 Manuel del Aguila fue profeta en su tierra. Sus aportaciones a la cultura y la vida intelectual de la provincia, fueron ampliamente reconocidas. Su personalidad siempre inquieta y cercana se convirtió, especialmente en sus últimos años, en un referente del mundo cultural de Almería. Tenía Manuel una personalidad de esas que ahora se denominan “poliédricas”. Tanto ejercía de profesor de francés, como de tertuliano, viajero incansable, músico o periodista.  Fue pionero de Radio Nacional de España, o  brillante analista de las costumbres y la evolución de su querida Almería en la prensa escrita. 

En una entrevista realizada por Antonia S. Villanueva, Manuel se definía de la siguiente manera “Yo no creo que sea propiamente polifacético. Mas bien, aficionado a muchas cosas, que algunas se me han dado mejor que otras. Pero no lo he hecho con un espíritu renacentista, sino sencillamente por inconstancia porque me gusta trabajar en cosas distintas, hablar de cosas distintas, tener amigos diversos. Es más agradable para la vida en todos los aspectos. Cuando insisto sobre una cosa mucho me aburro”

EL PERIODISTA

En este Anuario de la Asociación de la prensa de Almería considero interesante recordar la faceta de cronista de la realidad almeriense del periodista Manuel del Aguila.  Esta era la imagen que ofrecía de Almería en un texto de 1974, una imagen válida aún en el inicio del siglo XXI  “Almería podría haber sido, cara al mar, la ciudad ochocentista mas significativa de España, arropada por el enorme atractivo de sus murallas; y cara a Europa y al mundo, por la variedad de sus frutos y por su contrastada geografía provincial que la permite. Podía haber sido ella misma y no otra; una ciudad con fisonomía singular, con solo haber respetado lo que aportaba puliéndolo y redondeándolo, alejándole con lógica estética, las proliferaciones urbanísticas inevitables a una ciudad que tiene que crecer por imperativo de los tiempos. Entristece pensar como la tela de araña de los intereses personales ensuciaron y velaron de una manera irremediable una labor de siglos, y como, los fríos alfilerazos de la crematística siguen ensañándose en la nobleza de un paisaje”

Acerca de Celia Viñas, personaje central de la vida cultural de gran parte del siglo pasado y gran amiga de Manuel nos ofrece este retrato “Hay seres, que como los astros, muestran su presencia orbital a años luz, Celia, lo hizo en vida y ya, a tantos de su partida, irradia la suya propia en forma de recuerdos y motivaciones; o reconocimiento, impulsos, directrices y metas, enseño mucho, sugirió mucho más y no hay encuentro de viejos alumnos o amigos, en cualquier lugar, cercano o lejano, donde la memoria de su sonrisa, su palabra, su gesto y su esforzada voz no planee con un entrañable aleteo”.   

En otro artículo recuerda la presencia en Almería de un joven Federico García Lorca en cuando cursó estudios en el Colegio de Jesús entre 1910 y 1912 “No es difícil adivinar que, distraído y soñador, el niño Federico llegaría hasta su colegio, cartera al hombro siguiendo aquel paseo del Príncipe, recién estrenado, con su ancha zona arbolada salpicada de kioscos puntiagudos, coronados de calada marquetería, y sus dos calzadas laterales, por donde desfilaban, en las tibias horas de la tarde, los carruajes de las bellas de la época, iniciando sonrisas bajo los enormes ojos. ¿Hasta qué punto le fueron propicias las transparencias del mar y cielo; los contrastes de los ocres montañosos con los irritantes lienzos encalados; la sal de la brisa, penetrada de los enervantes aromas de los azahares, de los jazmineros, con su blancura pequeña, del pino y del ciprés, mas intensos por nacer arraigados con rabiosa sed a la tierra seca?”

Son textos que recuerdan escenas de una Almería ya en la historia, de un testigo de excepción de un siglo tan cercano y al que  Manuel del Aguila aportó tanto. Su nombre está indisolublemente ligado a Almería  y especialmente a esta canción que ya forma parte del folklore popular de nuestra tierra.