La portada es una reproducción de la imagen plasmada en una chapa que editó la Asociación de Periodistas de Almería y en la que se podían leer los hastags utilizados a través de Twitter por los periodistas para reivindicar la profesión y denunciar algunas de las situaciones que se estaban produciendo durante el año. Dicha chapa la vestimos muchos periodistas en todas las manifestaciones, que fueron muchas, y que tuvieron lugar durante los dos años de los que trata el Anuario de 2013.
Nuestras voces nunca estuvieron dormidas
Judith Vidacal
Periodistas corriente
Miguel Ángel Blanco
Se llama intrusismo
Ana Almansa
Periodismo y política, peligrosa amistad
Sonia Arráez
Treinta y nueve años y un día…
José María Granados
¡Soy periodista, mamá!
Maite Cantón
Periodismo: renovarse y vivir
Lidia Gutiérrez
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Los 20 años de Canal Sur
2009 | Comunicación
Las viñetas de la discordia
2008 | Comunicación
Decálogo para el buen gabinete de comunicación
2007 | Comunicación
Se llama intrusismo
2013 | Comunicación
El periodismo en los tiempos de la precariedad
2014 | Comunicación
Se llama intrusismo
Cuando pensaba en el título de este artículo se me ocurrían expresiones como ‘¡Ya está bien!’ o ‘Todo el mundo sabe de Comunicación…’. Sin embargo, los he acabado descartando porque entendía que no respetaban las nomas básicas del buen título que me enseñaron en la facultad: no eran lo suficientemente representativos del texto que presentaban.
Las primeras facultades de Comunicación en España nacieron en 1972. De esto hace ya 41 años. Pero incluso antes, desde finales del siglo XXI se sucedieron iniciativas que buscaban la formación de los periodistas. Entre todas destaca la Escuela Oficial de Periodismo.
En cualquier caso, más de cuatro décadas con facultades de Comunicación, con titulaciones oficiales, doctorados, másteres, cursos varios, etc. es un tiempo más que suficiente para que la formación en Comunicación esté ya asentada en nuestro país. Durante un tiempo, cuando los centros en los que poder estudiar eran escasos y lejanos geográficamente o, simplemente, no existían, era comprensible que existieran las conocidas terceras vías. Se trataba de reconocer la experiencia de muchas de estas personas que fueron, en gran medida, autodidactas y aprendieron de sus propios errores.
Pero hoy el panorama es bien diferente: más de 40 años tienen las facultades de Comunicación en España, distribuidas por prácticamente todo el territorio nacional, con una amplia oferta formativa, que va más allá del título de Grado (o antigua Licenciatura) y que ofrecen variedad de cursos de especialización y reciclaje. Es decir, hoy el comunicador que no cuente con formación específica es porque no quiere, porque no muy lejos de su lugar de residencia seguro que existe algún curso o seminario para hacer. Amplia oferta formativa, al alcance de cualquiera, sin necesidad de hacer grandes desplazamientos. Amén de todas las posibilidades que las nuevas tecnologías nos han traído, como todo lo relacionado con el e-learning.
Pero el problema del intrusismo va más allá de la escasez formativa de personas con experiencia profesional. El problema es que también trabajan personas que ni tienen formación ni cuentan con experiencia profesional. Claro, como todo el mundo sabe de Comunicación, cualquiera puede desempeñar trabajos de Periodismo, Relaciones Públicas, etc… o, por lo menos, es lo que se cree. Y, por desgracia, en muchos casos sus condiciones laborales son mejores que las de jóvenes perfectamente formados que, si tienen la suerte de encontrar trabajo, es en unas condiciones muy desfavorables. Pero la precariedad laboral es otra historia…
Cuando organizaciones profesionales denuncian la salida de ofertas de trabajo en las que no se pide formación específica en Comunicación, surgen voces que consideran que esta situación no es tan grave, ya que la responsabilidad que le asignan a la Comunicación es bastante menor que la de otras profesiones. Es decir, se considera que pueden trabajar en Comunicación personas que no estén especializadas y no dispongan de formación en la materia. No sucede lo mismo, por supuesto, con médicos, abogados, etc.; profesiones a las que se les atribuye una gran responsabilidad. Por supuesto que estas profesiones requieren gran responsabilidad de las personas que a ellas se dediquen, pero no lo es menos en el caso de los periodistas. ¿O acaso no es peligroso que una persona, sin la formación necesaria y sin ser un verdadero profesional, disponga de un micrófono abierto por el que hablar y poder decir lo que estime conveniente?, ¿No puede ser peligroso, No pude la palabra ser un arma peligrosa y hasta de doble filo?, ¿Acaso no es una responsabilidad tener que contar a la ciudadanía lo que está sucediendo?
La separación entre profesión y universidad es un clásico. Mientras que desde la profesión se oyen voces que abogan porque lo único que importa es la experiencia y que ir a una facultad poco o nada le puede aportar; tradicionalmente la universidad parece que se ha implicado poco con la profesión y han faltado ilaciones que pudieran beneficiar a ambas partes. A la universidad siempre se le ha criticado que viva al margen de la sociedad y que va un paso más atrás que, por ejemplo, la profesión.
Sea como sea, profesión y universidad están condenadas a entenderse por el bien de ambas. Si decimos que hoy no tiene sentido una profesión sin formación, tampoco lo tendría una universidad que viva de espaldas a la profesión. Cuando se elaboraban los planes de estudio actualmente en vigor, los del Plan Bolonia, se puso de manifiesto la necesidad de trabajar conjuntamente y de que la profesión colaborara en el diseño de los planes de estudio, para que estos se adaptaran al máximo a los intereses y necesidades de la profesión. Me consta, por ejemplo, que en reuniones celebradas en Andalucía conducentes al diseño de los planes de estudios en los centros andaluces, fueron invitados -y asistieron- profesionales de la Comunicación.
Quizá iniciativas como la que relato deberían haber sido más frecuentes. Y quizá el intercambio de pareceres debería haber sido más intenso. Puede que hasta se haya desaprovechado una oportunidad de oro para acercar la universidad a la sociedad, a la profesión… y a los profesionales a la formación. Y viceversa. Pero, en cualquier caso, se trata de un acercamiento digno de mención y digno de seguir creciendo y propagarse.
El primer paso para acabar con un problema es reconocer que se tiene. Precisamente por ello, el problema del intrusismo no se va a poder solucionar mientras que los agentes implicados no sean conscientes de los problemas que ocasiona y, entre todos, se vayan estableciendo vías de diálogo, de acercamiento y de colaboración. De esta conversación, si llegara a buen puerto, todos nos beneficiaríamos. Todos, salvo el intrusismo, que estaría condenado a desaparecer.
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Rafael Leopoldo Aguilera Martínez
| 06/12/2013 | Web: http://www.elalmeria.es/article/opinion/1564584/si/los/colegios/profesionales.html | Email rafaelleopoldo63@hotmail.comPágina subvencionada por la Diputación Provincial de Almería
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