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Cala de San Pedro: el encanto de lo antiurbano

ANUSKA BENÍTEZ
@anuskabenitez

La Cala de San Pedro, ubicada en el Levante del núcleo nijareño de Las Negras, se ha convertido en uno de los últimos reductos hippies de España, pero las múltiples acampadas han motivado decenas de denuncias en los últimos años. Por otra parte, el estilo de vida de sus habitantes ha conseguido alejar este paraje de la especulación urbanística, siempre al acecho, conservando una identidad propia y todo su esplendor natural.

Si por algo es conocida la Cala de San Pedro, situada en el Parque Natural Cabo de Gata-Níjar, muy cerca de la localidad nijareña de Las Negras, es por tratarse de un espacio virgen en el que desde hace años se asienta una pequeña comunidad de hippies, como una de esas comunas que pueblan la Alpujarra granadina. Las reiteradas acampadas y la construcción de habitáculos ilegales han tenido como consecuencia decenas de denuncias por parte de la propiedad y por parte de la Guardia Civil, Policía Local y los agentes de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía. Hasta 170 denuncias tramitó la Jefatura Provincial de Costas en 2012, la mayoría de ellas por esta razón, y 26 en 2013, aunque esta acampada habitual no molesta a nadie: ni a los propios usuarios de la playa, atraídos por este ambiente distendido y cordial, ni a los propios campistas, que se ayudan mutuamente y viven unos con otros totalmente en paz y armonía.

Sin lugar a dudas, una hora de caminata por un sencillo y sinuoso sendero hasta llegar a la Cala de San Pedro merece realmente la pena: una vista espectacular de la playa desde las alturas, el paso por un manantial de agua natural y el magnífico Castillo de San Pedro, antigua fortificación que domina el paraje, son sólo algunos de los tesoros que encierra este emblemático espacio, donde la tranquilidad o el naturismo son otras de sus principales señas de identidad. San Pedro se ha convertido en un atractivo turístico más por la personalísima idiosincrasia que ha conseguido ganarse a pulso.

Aunque todas las playas y calas del Cabo de Gata se distinguen por la belleza de sus paisajes y por haberse mantenido lejos de la especulación urbanística, también es cierto que cada una cuenta con un atractivo particular. Si algunas playas destacan por haberse convertido en escenarios de lujo para el séptimo arte, o por haber sido las preferidas por ciertas personalidades y famosos (no olvidemos las recientes visitas de la princesa Victoria de Suecia a Aguamarga, la de los entonces Príncipes de Asturias a la Isleta del Moro, o la de Iker Casillas y Sara Carbonero, también a Aguamarga) para un merecido descanso, también es cierto que la Cala de San Pedro se visita, sobre todo, para vivir de cerca la experiencia de un conocer un estilo de vida diferente, antiurbano, además de bañarse en una playa preciosa. Quedarse a dormir en la Cala de San Pedro es una tentación a la que pocos se pueden resistir, sobre todo en las noches veraniegas.

A su llegada, el visitante se encuentra con una Ley no escrita, unas normas tácitas que hay que cumplir, aunque a veces sean los propios campistas los que las recuerdan a los que llegan, como la de recoger su propia basura antes de irse. Sin ser un núcleo de población reconocido, la organización social, económica y cultural existe en la Cala de San Pedro. Sus habitantes no están empadronados allí, pero es evidente que es donde residen, aunque se considere ilegal, prescindiendo de los servicios municipales habituales que reclamaría cualquier vecino. A lo Robinson Crusoe en su isla desierta, los pobladores de la Cala de San Pedro salen adelante con sus propios recursos, contribuyendo, de algún modo, a conservar este espacio natural.

Unos accesos de película

Pero el encanto de San Pedro radica, precisamente, en la dificultad para acceder hasta esta cala exótica y paradisíaca, a la que solamente se puede llegar a pie o en barco. A diferencia de lo que se pueda creer, con gente viviendo durante todo el año en la cala, es una playa que se mantiene fiel al espíritu que rezuma el Cabo de Gata, naturaleza en estado puro.

Hace unos años, el dueño de la finca donde se encuentra la Cala de San Pedro, Daniel Navarro, trató de rentabilizar, al igual que se hace con el control de los accesos a las playas de Mónsul y Genoveses, el acceso rodado hasta esta playa tan singular, abriendo un camino y una suerte de párking para vehículos, donde se llegó a cobrar siete euros por aparcar, facilitando la llegada de los usuarios, sobre todo para aquellos cargados de provisiones. Sin embargo, la idea no prosperó, con la oposición de grupos ecologistas, porque la ley estipula que en ese espacio concreto el nivel de protección es tal, que no se pueden trazar nuevas pistas ni caminos, no se puede cambiar el uso del suelo ya establecido.

El alcalde de Níjar, Antonio Jesús Rodríguez, reconoce que el principal problema sigue siendo el acceso a la Cala. “Debería garantizarse el acceso, por lo menos a los vehículos de seguridad, que puedan entrar allí en condiciones de normalidad”, opina. Ya ocurrió en una ocasión que un accidentado que no podía caminar por su propio pie tuvo que salir de la Cala de San Pedro auxiliado por la Guardia Civil.

Este verano ha cambiado la licencia que había para transporte en barco desde Las Negras a San Pedro. El Ayuntamiento de Níjar tenía regulado este acceso con una concesión administrativa, pero este año la autorización de Costas no ha sido positiva y se ha denegado ese sistema, con lo cual, ahora no hay ningún tipo de regulación municipal para llegar a la Cala de San Pedro en barco, según el primer edil nijareño, “sólo quien tenga permisos de capitanía y un barco en condiciones podrá prestar ese servicio, lo que genera un poco de trastorno, porque este transporte ya no será regular”.

Este año, después de las adaptaciones que se hicieron desde Medio Ambiente en colaboración con el Ayuntamiento de Níjar, “todo ha mejorado un poco y el ambiente es un poco más agradable”, acentúa Rodríguez. “También es verdad que había una edificación, concretamente un antiguo cuartel de la Guardia Civil propiedad de la Consejería de Medio Ambiente, que se dedicaba a la restauración de manera totalmente ilegal, pero conseguimos que la responsable del establecimiento abandonara aquello y ya no se ejerce esa actividad, lo que hace que la cosa esté más normalizada”, comenta. Si antes había una mayor afluencia de público, podría deberse, quizás en parte, a la posibilidad de poder comer en el bar de Pura, quien desde hace años ocupaba este espacio, en su momento casi emblemático, y ahora tapiado para evitar una nueva ocupación.

Desde el Ayuntamiento se sigue vigilando la zona. Saben que en la Cala de San Pedro sigue habiendo acampadas irregulares, y de alguna manera, intentan contener esta práctica en la medida de sus posibilidades. Las sanciones por acampadas se consideran graves y son sancionadas con cuantías de entre 30 y 300.506 euros, según el reglamento que rige la Ley de Costas, dependiendo de variables como el beneficio estimado que obtenga el infractor, y si no es cuantificable, el valor de los daños y perjuicios causados al dominio público.

San Pedro resiste al ladrillo

A pesar de todo, el tema no se trata con extrema dureza. Se ha llegado a temer más, si cabe, por el peligro que podría llegar a correr el espacio natural de la Cala de San Pedro si algún día deja de resistir al ladrillo. De hecho, hace años se llegó a hablar de las intenciones del propietario de la Cala, Daniel Navarro, de construir un resort turístico en la zona, acabando con uno de los pocos reductos hippies que quedan en España. De hecho, las reiteradas denuncias por parte de Navarro contra los campistas, vienen reiterándose año tras año y se han convertido ya en todo un clásico del verano en el Parque Natural Cabo de Gata-Níjar, aunque su número ha ido en descenso.

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Este artículo fue publicado originalmente en el Anuario Crítico de Almería 2014, en la sección


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