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El campo almeriense no tiene quien lo quiera

ANTONIO FERNÁNDEZ
@afernandezcompa

Desde hace ya más de tres décadas la agricultura almeriense camina con el convencimiento de que sólo los mercados constituyen su marco de actividad y marcan lo bueno y lo malo de sus beneficios. En un país en el que las ayudas comunitarias se convierten en el pan y la sal de cientos de miles de pequeños y de grandes productores, los almerienses reciben apenas unas migajas, sufren agravios comparativos de una forma constante y acumulan revés tras revés por parte de las administraciones públicas, garantes teóricos de la igualdad, la équida y la regulación de una competencia leal.

Mirar a España es mirar un mapa donde las rentas de los agricultores se alimentan, en porcentajes que rondan el 30 por ciento de media, de dineros procedentes de los gobiernos central y autonómico y que en la mayoría de los casos procede de la Unión Europea. Sectores como el olivar obtienen en torno a un 40 por ciento de sus rentas de esos fondos comunitarios que luego España reparte a su manera. Por el contrario, el porcentaje de renta subsidiada es en la provincia inferior al tres por ciento, menos del uno si la referencia es el sector hortofrutícola, el menos mirado a la hora de repartir los cuartos.

Lo curioso es que el sector hortofrutícola es en la actualidad el más importante en el conjunto de la agricultura andaluza, tanto en lo que se refiere a la producción como a la facturación y al volumen de sus exportaciones. Dentro de esa verdad absoluta, Almería es al tiempo la primera provincia de Andalucía en todos esos factores, lo que determina su liderazgo, reforzado por acumular las mayores inversiones y por la generación del mayor número de puestos de trabajo por hectárea. Una realidad que choca fuertemente con el reparto de las ayudas destinadas a programas de desarrollo rural.
Andalucía reparte cada año entre sus provincias más de 2.000 millones de euros, 1.643 de ellos para ayudas a las producciones y otros casi 400 millones para las estructuras de producción. Pues bien, a Almería llegan apenas 96 millones de euros y ello gracias a la existencia en la provincia de cultivos de olivar, de frutos secos o de cereal. Es la última provincia perceptora, frente a los 501 millones que les llegan a los sevillanos, los 471 de los jiennenses, los 365 millones de los cordobeses o los 213 millones que perciben los productores granadinos. Gaditanos, malagueños y onubenses también están por encima de los almerienses en ese reparto.

Olivos y hortalizas

Un informe de la Asociación de Cosecheros Exportadores de Productos Hortofrutícolas de Almería (Coexphal) ponía el dedo en la llaga en un estudio comparativo entre las ayudas percibidas por el olivar y por el sector de frutas y hortalizas, determinando que mientras el olivar retorna 3,5 euros del mercado por cada euro percibido, en el caso de las frutas y hortalizas esa cantidad se eleva hasta 91 euros por cada euro percibido, es decir que cada euro de ayuda al olivar genera un 4 por ciento del valor de mercado que podría generar un euro en el sector hortofrutícola.

La comparativa es aún más espectacular si se toma como referencia la creación de puestos de trabajo, supuestamente una de las más claras prioridades de las políticas europeas, nacionales y regionales y más en un país como España donde el paro alcanza datos dramáticos. Pues resulta que cada millón de euros destinados al olivar genera 254 puestos de trabajo, mientras que el mismo millón de euros en ayudas europeas moviliza en el sector hortofrutícola 2.560 empleos, es decir diez veces más empleo con la misma aplicación de capital comunitario.

Las críticas no se hicieron esperar tras la decisión del hasta hace pocos meses ministro de Agricultura, Pesca y Medio Ambiente, Miguel Arias Cañete, de excluir en la práctica de las ayudas al sector de frutas y hortalizas. Críticas hacia el ministro y también hacia la Consejería de Agricultura, Pesca y Desarrollo Rural, dirigida por Elena Víboras, por su escasa beligerancia ante esa propuesta de reparto y por volcar su apuesta por el olivar, que en cualquier caso ya era claramente beneficiado en el reparto de los fondos comunitarios propuesto por el Ministerio de Agricultura. Críticas más ácidas por cuanto productores de hortalizas de otras zonas del país, incluyendo Andalucía, si recibirían subvenciones, con lo cual los almerienses estarán compitiendo con ellos en clara desventaja.

Proliferación de agravios

Pero el reparto no es el único punto de agravio comparativo. Cada año se decretan medidas de rebaja fiscal para aquellas zonas productoras que soportan daños a causa de la climatología o de la afección por virus en plantaciones o cosechas. En la última campaña tanto los virus como el granizo o las lluvias, escasas pero torrenciales, motivaron un decreto de rebajas fiscales: los almerienses volvían a quedar fuera en su conjunto, con la excepción hecha de los que tuvieron la fortuna de tener sus invernaderos en El Ejido, afectados por una granizada y los únicos en beneficiarse de la rebaja en sus impuestos.

Las quejas de los agricultores fueron oídas y comprendidas por la práctica totalidad de los partidos políticos con presencia en las cámaras nacionales y regional, pero esa ‘comprensión’ no ha tenido reflejo en una modificación posterior del decreto en cuestión. Lógicamente, los productores aseguran estar ya más que hartos de “palmaditas en la espalda” y de “buenas palabras” que no se traducen posteriormente en verdaderas medidas de apoyo. Están soliviantados y protagonizan periódicamente protestas y movilizaciones que tampoco son atendidas.

Europa, muy lejos

Tampoco la Unión Europea ni su brazo ejecutor, la Comisión Europea, parecen estar preocupados por la situación de la agricultura almeriense ni por las repercusiones que sus decisiones y sus acuerdos puedan tener en uno de los sectores agrarios más competitivos del mundo, sí, pero también con una mayor necesidad de financiación y dependencia de los mercados. Los ‘socios’ europeos parecen en cualquier caso más preocupados por colocarle sus excedentes de cereales o sus producciones industriales que en defender a un socio comunitario como es España. Abren las puertas a las hortalizas de Marruecos, aumentan los cupos de importación desde el Norte de África, pero lo hacen solo cuando en Europa la producción es menor, es decir entre octubre y mayo. Y sin compensación alguna para los productores almerienses, principales damnificados por esos acuerdos.

Una buena campaña

Y a pesar de todo, la pasada campaña se cerraba con un nuevo record de producción en el sector hortofrutícola almeriense, que superó los tres millones de toneladas comercializadas y marcó un nuevo máximo en el valor de esa producción con 2.387 millones de euros, alrededor de un 13 por ciento más que en la campaña anterior. Un dato para la esperanza en el futuro de los agricultores es que en ese último ejercicio computado se producía un incremento del 14 por ciento del valor de la producción pagada a los productores, que al menos tuvieron el respiro de ver cómo crecían los ingresos para los que cada día trabajan la tierra. Los agricultores de la provincia se embolsaron 1.765 millones de euros, una ayuda importante para tapar los ‘agujeros financieros’ arrastrados de cosechas no tan rentables.

Sólo un ‘pero’ a un año de éxitos resonantes: la campaña de otoño, desde septiembre hasta noviembre, llegó acompañada de un descenso notable en las cotizaciones de las hortalizas almerienses. ¿Efecto de la tardanza en la llegada del frío a Europa? Probablemente, pero el hecho es que la reducción de precios se situaba incluso por encima del veinte por ciento con respecto al año anterior, y eso probablemente marcará los datos finales de la nueva campaña 2014, lastrados por los malos inicios.

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Este artículo fue publicado originalmente en el Anuario Crítico de Almería 2014, en la sección


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