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Del boom inmobiliario al boom agrícola

JOSÉ ANTONIO ARCOS
@jaarcossanchez

Almería vive una nueva fiebre de construcción de invernaderos. Retorno al campo por un lado, pero también llegada de empresarios del ladrillo y de grupos de inversión por otro. Un nuevo modelo agrícola desplaza al familiar y la sombra de la sobreproducción llena de incertidumbre un sector que podría seguir los pasos de la construcción inmobiliaria, un falso espejismo antes de una hecatombe total. Como grandes beneficiarios las empresas constructoras de invernaderos y como perjudicados los pequeños agricultores, incapaces de tecnificar sus viejas estructuras.

Lo vemos por toda España. Jóvenes plantaciones de almendros en Toledo y Córdoba, se duplican las hectáreas de patata en el campo de Cartagena, fincas de tomate de conserva para dar y regalar en Badajoz o toda una llanura de varios cientos de hectáreas con olivos recién puestos en el desierto de Tabernas. El patrón es el mismo: empresarios de la construcción y de otros sectores ajenos al agro que ahora meten su dinero en la agricultura, y grupos de inversión que entran en el campo esperando obtener grandes rentabilidades en poco tiempo. En el caso de la provincia de Almería esta nueva fiebre de los huevos de oro se centra en la construcción de más y más invernaderos.

Las estadísticas oficiales de la Administración autonómica de la campaña 2013/14 sitúan la superficie invernada en torno a las 30.000 hectáreas (ha). En los tiempos del boom inmobiliario, cuando muchos agricultores abandonaban sus tierras y el ladrillo parecía que en breve iba a convertirse en producto alimenticio, se bajó hasta las 26.000 ha. Parecía que se iba cuesta abajo y que habría una desbandada de productores y huida del invernadero. Pero una vez la crisis sacudió de ese espejismo, el terruño recobró su estatus de sector refugio. Regresaron los agricultores que se habían marchado, pero sobre todo los nuevos advenedizos fueron antiguas promotoras y constructoras inmobiliarias. Ahora las nuevas estructuras que éstas últimas han levantado hacen más grande el dibujo del mar de plástico. Estas recientes inversiones se reconocen porque suelen ser invernaderos mejor equipados, con una superficie no inferior a las tres hectáreas y con un modelo de negocio no familiar, que era la característica que distinguía al sistema agrícola almeriense hasta ahora. Este aluvión de nuevas fincas, que empezó hace cinco años y que ha sido en los últimos dos años cuando más se ha intensificado, se cuantifica en no menos de 4.000 nuevas hectáreas. Es muchísimo en un sector ya maduro. Nunca antes había habido tantos invernaderos. Cifra récord.

Comarca por comarca

En el campo de Níjar la superficie ha crecido en el último lustro alrededor de un 60%. En el Bajo Andarax, en la zona de Cuevas de los Medina, es sintomático que se denomine la zona como la nueva Tierras de Almería, en comparación con la ejidense. En Viator ya se permite la construcción de invernaderos (antes estaba prohibida, pero por la crisis se ha levantado esta restricción) y son innumerables los terrenos baldíos que ahora lucen esqueletos agrícolas por todo el extrarradio de la capital. En El Alquián y La Cañada también hay nuevas fincas.

Y en el Poniente, donde parecía que ya no cabían más explotaciones, la realidad ha demostrado que aún quedaba sitio. El Ejido es el municipio con más invernaderos por metro cuadrado de Europa (posiblemente del mundo). Se han recuperado casi la totalidad de las fincas abandonadas, y se han levantado otras muchas en terrenos vírgenes donde antes no había invernaderos. La Bahía de San Miguel, una idea faraónica que quería quitar más de medio millar de hectáreas invernadas para hacer grandes residenciales que atrajesen a 20.000 ricos de Europa, ha quedado en agua de borrajas. Los propietarios que soñaban hacerse ricos con la venta de sus terrenos ven que sus tierras vuelven a ser rústicas y que el único dinero que obtendrán será con la venta de sus hortalizas. En otras partes de El Ejido, donde se quería hacer un dibujo industrial y de servicios prohibiendo usos agrícolas, se ha tenido que dar un paso atrás para permitir hacer nuevos invernaderos, como única vía para sortear la crisis. Un ejemplo es la carretera de Almerimar.

En el resto de municipios del Poniente y de la Baja Alpujarra el invernadero está viviendo una segunda juventud. El caso de Roquetas de Mar es paradigmático porque aquí la superficie agrícola parecía abocada a desaparecer por la presión urbanística. Ahora todo ha cambiado. Se ha recuperado suelo agrícola y se han puesto en producción los invernaderos que los inmobiliarios proyectaban convertir en edificios.

Beneficiados y perjudicados

Las compañías constructoras de invernaderos se frotan las manos. Hace pocos años acudían a todas las ferias del sector nacionales y foráneas buscando internacionalizarse, ya que en Almería las reformas eran pocas y los estructuras de nuevo cuño escasísimas. Incluso esperaban como agua de mayo el anunciado ‘plan renove’, que en su día anunció el exconsejero Martín Soler y que nunca llegó. Pero ahora guardan silencio. Están trabajando y mucho. La fiebre agrícola les está dando lo que la Administración andaluza olvidó en algún cajón de Sevilla.

Si las empresas que levantan invernaderos son las grandes beneficiadas de este frenesí, ¿quiénes son los más perjudicados? Los agricultores, sobre todo, los más pequeños. Aquellos que mantienen el modelo familiar, que ahora tendrán que competir con el menor coste por kilo de empresarios grandes que logran mayores productividades y rendimientos con fincas más modernas. El gran temor para todos, grandes y pequeños, será la sobreproducción que se asoma a la vuelta de la esquina. Más oferta significa peores precios. Así que esta gallina también puede tener los días contados. Como el ladrillo.

Plásticos contra el cambio climático

Lo positivo de la nueva oleada de invernaderos podría estar en el estudio llevado a cabo por el profesor almeriense Pablo Campra, a través de la Universidad de Berkley (EEUU), y que ha sido actualizado hace solo unos meses. Las cubiertas de plástico de los invernaderos almerienses han convertido a esta provincia en el único lugar del planeta en el que se ha constatado un descenso de la temperatura media, debido al efecto reflectancia de los invernaderos. Así que un incremento de la superficie invernada redundará a nivel local almeriense en un no recalentamiento de la temperatura de esta provincia.

Científicos norteamericanos, que han avalado las investigaciones de Campra, han propuesto encalar edificaciones y usar en los techos de algunas ciudades materiales que emulen el efecto albedo del plástico de invernadero para comprobar si dicha reflectancia del campo almeriense se puede trasladar a las urbes. La ciudad de Los Ángeles puede ser la primera en probarlo.

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Este artículo fue publicado originalmente en el Anuario Crítico de Almería 2014, en la sección


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