Frente al ordenador. 

Así es como nos encontramos a diario los profesionales de medios de comunicación. Tenemos que escribir para locutar, subir a la web o llevar a imprenta aquello que los espectadores o lectores encontrarán en televisión, radio, periódicos e Internet. 

Un proceso que, cada vez, es menos sencillo. Durante ese período de tiempo se reciben llamadas, visitas a la mesa de personas de ‘rango’ superior que tratan intervenir en nuestro trabajo, etc. El periodista quisiera, entonces, encontrarse en una burbuja, mantenerse aislado y no sufrir interferencias que mermen la finalidad y objetivo que se persigue: informar, y bien. 

Aunque encontremos esos factores externos que tratan de interponerse entre el profesional y su ordenador, debemos obviarlos, espantarlos como si de una mosca que no para de molestar se tratase y continuar con nuestro cometido. Volver al origen de este trabajo y reducir todo aquello que disminuya la fuerza del mensaje entre el emisor y el receptor. 

Escribir, leer, volver a escribir, releer y dar por concluido nuestro texto cuando sólo nosotros estemos seguros de ello, con responsabilidad y profesionalidad. De eso sólo sabemos los periodistas.




Índice de esta sección

Crónica de un acuerdo anunciado


  

Elio Sancho


Perseverancia en la concentración de la oferta


  

Carmen Fenoy


Un cumpleaños convulso


  

Juan Arias


Sindicatos y siglo XXI: renovación y reinvención.


  

Natalia Ronco García


La crisis que pagamos


  

Antonio Fernández


Huele a chamusquina


  

Elizabeth de la Cruz


La fotovoltaica pasa del invernadero


  

José Antonio Arcos


Dejados de la mano de Dios


  

Pilar López




Artículos de este autor

Sindicatos y siglo XXI: renovación y reinvención.


2011 | Economía y Agricultura



Sindicatos y siglo XXI: renovación y reinvención.


Antes de empezar, la autora de estas líneas quiere aclarar que todo lo escrito está hecho desde el mayor e inamovible respeto a la lucha obrera. Siempre.
 
Tras varios años de bonanza y desvarío económicos, en los que el papel de los sindicatos, como agentes sociales y representantes de la clase obrera y trabajadora –asalariada-,  ha sido más fácil y llevadero, lo cierto es que la crisis económica (y social) en la que estamos inmersos, les ha otorgado especial relevancia. Una importancia llena de dificultades. Y los sindicatos de Almería no han sido una excepción. Más bien todo lo contrario, teniendo en cuenta que nuestra provincia ha pasado, en poco más de tres años, de tener un paro considerado técnicamente como inexistente, a unas cifras desoladoras. En una cuesta abajo que, creo, nos ha dejado perplejos a todos, incluyendo a los sindicatos.

Pues bien, tras ya más dos años de crisis, el 2010 comenzó movido, en una continuación y aumento de lo vivido anteriormente. Por hablar solo de Almería, enero ya apuntaba maneras dado que comenzábamos con huelgas en el sector de la construcción, diversas empresas de todas las ramas y, por supuesto, de los trabajadores de la empresa mixta de servicios municipales de El Ejido Elsur, enmarcada en el mayor escándalo de corrupción política que ha vivido nuestra provincia. A todo esto hay que unir un constante descalabro del empleo que arrojaba cifras terribles mes a mes, con una media de mil o dos mil parados cada treinta días.

En los seis primeros meses del año, si bien los sindicatos se han ido mostrando reivindicativos más en lo local que en lo general, lo cierto es que, por resumir, el anuncio de la reforma laboral del Ejecutivo, sí o sí, encendió la chispa de la desunión entre gobierno y sindicatos. Una ruptura esperada y que llegaba tarde para muchos. De hecho, las voces que llamaban a una huelga general estaban en el aire desde hacía tiempo, tanto fuera como dentro del movimiento sindical de clase. En este punto, debo hacer una aclaración (o una visión más personal): creo honestamente que el partido Socialista siempre ha tenido más capacidad para paralizar a los sindicatos que el partido Popular, y este caso no ha sido una excepción. Todos debemos recordar como el gobierno aseguraba, por activa y por pasiva, que el estado social y el amparo a los damnificados por la crisis iban a mantenerse, que siempre tendería la mano y escucharía a los sindicatos. De esta manera, dejaba a las organizaciones sindicales sin argumentos suficientes para plantear un paro general por muchas razones, aunque la principal es que, en la lucha obrera, la huelga general es el último cartucho, es apostar todo.
 
Seguimos. Tras este anuncio de Zapatero, y tras conocer el contenido de la reforma – la que más ha mutilado los derechos de los trabajadores, a CCOO y UGT no les quedaba otra que anunciar la huelga. Una huelga a la que se unieron muchísimas otras organizaciones, aunque esto haya trascendido poco en los medios de comunicación. El problema ahora radicaba en que el PSOE había legislado la reforma a finales de junio (argumentando que patronal y sindicatos no llegaban a un acuerdo y después de haber dilatado el tiempo de espera para llegar al verano). Un guiño más a patronal. El Gobierno ha estado todo el tiempo al lado de la patronal. A causa del parón estival, la huelga no podría llegar hasta septiembre. Así que, haciéndola coincidir con una jornada de lucha sindical europea, llegó el 29 de septiembre, el 29 S. Sin pasar por alto la olvidable huelga de trabajadores del Estado, llevada a cabo el 8 de junio, a causa de la gran merma de sus derechos adquiridos, tras otro traicionero decretazo zapateril.

Debo decir que, al haberlo vivido totalmente desde dentro, preparar una huelga general es harto complicado, es muy trabajoso y difícil. Más en estos tiempos que corren en los que las revoluciones están pasadas de moda, la sociedad reivindica poco o nada y, ahora, nos lavamos las conciencias apuntándonos a algún grupo en las redes sociales. Lo que antes se daba en llamar “anarquistas de salón”.

El saber que la huelga llegaría en un par de meses daba a los sindicatos más inconvenientes que ventajas. Si bien todo lo relativo a la organización, visitas a las empresas, asambleas, etc contaba con más tiempo, por otro lado, la desmotivación de la gente, los movimientos y discursos gubernamentales, junto con la cobertura de los medios, muchos de ellos especialmente críticos con los sindicatos –aprovechando su debilidad y desprestigio- hicieron mucha mella en estos y en la propia huelga.

En Almería el seguimiento no fue bueno, decir eso sería mentir. Peor que en el resto. Sin embargo, no fue tan malo y frustrante como se ha dicho. Fue un fracaso, vale, pero no un desastre. Sé, afirmo que la siguió mucha gente, que muchísimas personas de Almería estaban y están cansados y enfadados con lo que está pasando, que saben que “nos están meando encima y nos dicen que llueve”.  Mucha gente joven de izquierdas, junto los sindicalistas de siempre. Lo sé desde las doce de la noche de la madrugada del 29. Estaba allí y lo sé. Y fue bonito. Entre los huelguistas, las empresas que pararon y los, por así decirlo, cierres patronales que hubo, el seguimiento no fue mal. Y hablar de guerra de cifras en este artículo creo que sobra.

A las doce del mediodía, horas antes que en las principales ciudades de España, tuvo lugar la manifestación anunciada. Y en esto sí coinciden los medios (los más relevantes provincialmente hablando): fue una gran manifestación para haberse producido en una capital poco habituada a salir a la calle. Estaban los que estaban, pero estaban.

Lo pasado durante estos meses posteriores hasta el final del 2010 está más reciente en la memoria de todos, así que lo obviaré. Tan solo para terminar, quiero añadir que las cosas siguen estando mal, la reforma sigue para adelante, llega la reforma de las pensiones y muchas venideras, eso ya está anunciado. El marcado de trabajo está en horas muy bajas y el principal problema de Almería y del resto de España sigue siendo el paro, casi endógeno en este país. Y contra el que no se está luchando como debiera. Los sindicatos han anunciado (y se han retractado) una nueva huelga, siguen las negociaciones y las presiones. El 2011 se presenta regular, por ser optimista. Los sindicatos deben reinventarse, reagruparse, recuperar y sacudir valores, hablar por y para el pueblo, predicar con el ejemplo, trabajar más, todo lo que queráis. Pero son necesarios, la lucha obrera existe y existirá siempre, los trabajadores siempre tendrán que organizarse si quieren sobrevivir dignamente. Y esa lucha no tiene exclusividad. Es una batalla que nos concierne a todos.
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Este artículo fue publicado originalmente en el Anuario Crítico de Almería 2011, en la sección Economía y Agricultura
Palabras clave de este artículo: sindicatos  |  huelga  |  Almería  |  reforma


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