La Portada está fundamentada en dos elementos principales. Por un lado, un fondo de color negro reforzando la idea de ´Año Negro de la Prensa de Almería´, en cuyo conjunto se pueden leer algunas de las muchas circunstancias que ha tenido que sufrir el colectivo en el 2008. Por otro lado, la imagen procura representar la presión que sufren los informadores por parte de diversos sectores, y la precariedad laboral de muchos de los periodistas. 

En la fotografía, se representa a un profesional almeriense intentando realizar su trabajo, con los bolsillos sacados simbolizando ruina y las carencias que sufre en su puesto de trabajo. También hay dos hombres de corbata que simbolizan los grupos de presión. Éstos tienen los bolsillos llenos de dinero y, por ello, tiran de los brazos del periodista para manipular a su antojo la información que ha de salir publicada en el medio que ampara al periodista. 

* Joaquín Navarro, autor de la portada del `Anuario Crítico de Almería 2009´, trabajó como diseñador y maquetador en el desaparecido `Diario de Almería´, uno de los medios almerienses (junto con `El Director Económico´y `El Mundo Almería´) que cerró durante 2008. Situación que queda reflejada en la página principal de esta publicación.



Índice de esta sección

El Siglo de Oro, ¿recurso turístico?


  

Antonio Verdegay Flores


El ocaso de las salas de cine


  

Eduardo D. Vicente


El rostro de Nerea. Perfil de Nerea Camacho


  

Juan Gabriel García


El Ejido, aventura festivalera


  

Pilar de Rojas


Nicolás Salmerón: 100 años de olvido


  

José Bono Martínez


Sus brazos, dos ramas de olivo


  

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Sus brazos, dos ramas de olivo


Tronco robusto que crece salvaje en el campo de Arboleas. Sus brazos son dos ramas. Su madera, corteza vieja. Por sus venas corre savia. Y él, un olivo. Pedro Gilabert (Las Huevanillas, Arboleas, 1915- 2008) abandonó este mundo hace poco más de un año. Dejó tras de sí un universo de animales soñados, sus esculturas. Para adentrarse en él hay dos caminos: uno más corto, el libro que lleva su nombre editado por el Área de Cultura de Diputación; y el largo, el sendero que conduce a su Museo, en Arboleas, por el que no pocos amigos se han perdido.

Sobre Gilabert y su obra escriben en la publicación, entre otros, los poetas Julio Alfredo Egea y Juan José Ceba. También el primer periodista que lo entrevistó hace 25 años para el diario Ideal, Francisco Torregrosa. Acompañan los textos emotivas fotografías del artista Rodrigo Valero, becado tiempo ha para estudiar la producción del de Arboleas. Los unos analizan su pasado de emigrante, su condición republicana, “la ignonimia que padeció en los campos de refugiados de españoles en Francia”, dice Ceba. El otro capta al Tío Pedro, como le conocían los más allegados, en su taller de Las Huevanillas, “una cochinera con olor a madera herida”, matiza Egea.

No es posible acercarse a Pedro sin mencionar a su esposa María, motor de su existencia. Ni justo recordarlo sin citar que fue Medalla de Plata de Andalucía en 1989, Hijo Predilecto de la comunidad autónoma en 1997 y arboleano orgulloso toda la vida. No en vano, “hizo fecundo el cauce del Almanzora”, exalta Egea.

En su Museo, por estas fechas, se celebran diversas actividades en su honor: la exposición "Más allá", en la que su hijo Pedro Gilabert Bonillo da continuidad a su vocación artística (la materia de sus esculturas también es la madera de olivo); la charla "Gilabert y su raíz", en la que el profesor e historiador de Arboleas Andrés Bonillo ofrece un recorrido hacia su alma a través de vídeos de conversaciones con la familia y aspectos etnográficos; una mesa redonda sobre la iconografía, temática y presencia en su obra; la edición de un álbum, "Los monstruos de Don Pedro", con temas grabados en directo por el dúo Alondra Satori durante un recital una noche de verano en el Museo; y visitas guiadas para los escolares de la comarca del Almanzora. Además de la colección permanente de su santoral mitológico-religioso, su fauna y sus juegos de madera que ya han echado raíces en las salas que gestiona su amigo, el también escultor Luis Ramos.

A medio camino entre el artesano y el artista, Pedro Gilabert “pellizcaba la madera para hacerla sonreír o entristecer”, asegura Egea. Sus inicios fueron tardíos, quizá por eso se asomaba a cada una de sus creaciones con la ingenuidad de un niño. Árbol milenario que todavía creces salvaje en el campo de Arboleas.

 

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Este artículo fue publicado originalmente en el Anuario Crítico de Almería 2009, en la sección Cultura


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