La Portada está fundamentada en dos elementos principales. Por un lado, un fondo de color negro reforzando la idea de ´Año Negro de la Prensa de Almería´, en cuyo conjunto se pueden leer algunas de las muchas circunstancias que ha tenido que sufrir el colectivo en el 2008. Por otro lado, la imagen procura representar la presión que sufren los informadores por parte de diversos sectores, y la precariedad laboral de muchos de los periodistas. 

En la fotografía, se representa a un profesional almeriense intentando realizar su trabajo, con los bolsillos sacados simbolizando ruina y las carencias que sufre en su puesto de trabajo. También hay dos hombres de corbata que simbolizan los grupos de presión. Éstos tienen los bolsillos llenos de dinero y, por ello, tiran de los brazos del periodista para manipular a su antojo la información que ha de salir publicada en el medio que ampara al periodista. 

* Joaquín Navarro, autor de la portada del `Anuario Crítico de Almería 2009´, trabajó como diseñador y maquetador en el desaparecido `Diario de Almería´, uno de los medios almerienses (junto con `El Director Económico´y `El Mundo Almería´) que cerró durante 2008. Situación que queda reflejada en la página principal de esta publicación.



Índice de esta sección

El Siglo de Oro, ¿recurso turístico?


  

Antonio Verdegay Flores


El ocaso de las salas de cine


  

Eduardo D. Vicente


El rostro de Nerea. Perfil de Nerea Camacho


  

Juan Gabriel García


El Ejido, aventura festivalera


  

Pilar de Rojas


Nicolás Salmerón: 100 años de olvido


  

José Bono Martínez


Sus brazos, dos ramas de olivo


  

Marta Rodríguez




Artículos de este autor

Nicolás Salmerón: 100 años de olvido


2009 | Cultura



Nicolás Salmerón: 100 años de olvido


Me complace escribir unas palabras para el Anuario de la Asociación de la Prensa de Almería y recordar con ellas la emoción que viví el pasado 20 de septiembre en Alhama, cuando el Ayuntamiento me impuso el escudo de oro del municipio y me hizo entrega del I Premio Honorífico “Nicolás Salmerón y Alonso”, otorgado al Congreso de los Diputados. Recuerdo la calurosa acogida en aquel frontón repleto de alhameños y alhameñas; la procesión cívica hacia la casa de D. Nicolás Salmerón, y el honor que me hicieron al otorgarme la palabra en el balcón de su casa, junto con miembros de su familia.

Quiero comenzar mi colaboración escrita recordando una cita que saqué a colación en  Alhama el pasado mes de septiembre. Es del filósofo Bernardo de Chartres: “Somos como enanos –dice- a los hombros de gigantes. Podemos ver más, y más lejos que ellos no por alguna distinción física nuestra, sino porque somos levantados por su gran altura”. Tanto D. Nicolás Salmerón, como su hermano mayor D. Francisco, también Presidente del Congreso, fueron de esos hombres sobre cuyos hombros pudieron levantarse los liberales y demócratas españoles para ir construyendo una España moderna e integradora. 

La Constitución de 1978, cuyo trigésimo aniversario acabamos de celebrar el pasado mes de diciembre, es una norma que debe al liberalismo progresista y social en que militaron Francisco y Nicolás Salmerón, algunos de sus hitos fundamentales: la proclamación de la soberanía nacional, de los derechos inalienables de la persona, la abolición de la pena de muerte y una España descentralizada, por poner un ejemplo de algunas de las herencias más significativas.

Hace apenas dos semanas tuve ocasión de presentar en el Congreso de los Diputados un libro sobre los discursos y los escritos políticos de D. Nicolás Salmerón editado por la Universidad de Almería. Con su lectura tuve ocasión de profundizar en mi admiración hacia la figura de D. Nicolás a la que me he acercado con la curiosidad que un político de hoy siente hacia los referentes históricos más importantes del pensamiento liberal y democrático español.

Yo siempre he militado en las filas del socialismo, cuyos orígenes en España se remontan a finales del siglo XIX y a cuyo desarrollo ideológico y estrategia política no fue ni mucho menos ajeno el pensamiento de hombres como Nicolás Salmerón o su maestro Francisco Giner de los Ríos (fundador de la Institución Libre de Enseñanza) y otros políticos republicanos que, a principios de siglo y en coalición con el socialismo emergente llevaron por vez primera al Congreso de los Diputados a Pablo Iglesias.

Tanto el liberalismo como el socialismo español deben mucho al movimiento krausista del que Nicolás Salmerón, catedrático de Metafísica de la Universidad Central de Madrid, fue una de las figuras más destacadas. Para los krausistas españoles la soberanía nacional, la separación de las potestades de la Iglesia y del Estado así como la educación ciudadana  eran los pilares básicos de la nueva política. 

Otro de los objetivos de Nicolás Salmerón fue la construcción de un Estado integrador que supiese encajar en su seno las diferencias regionales en el marco de un unitarismo capaz de aglutinar las energías de las regiones españolas en un proyecto común. En España no sobraba nadie, ni los progresistas ni los conservadores, ni los republicanos ni los monárquicos, ni el centro ni la periferia, ni los propietarios ni los trabajadores. 

Nicolás Salmerón fue Presidente del Congreso de los Diputados desde el 13 de junio hasta el 18 de julio de 1873, y Presidente de la República desde ese día hasta el día 6 de septiembre. Cincuenta días intensos en los que tuvo que enfrentarse al carlismo reaccionario y a los levantamientos cantonales en Levante y  Andalucía, propiciados por el republicanismo insurreccional y federalista de extrema izquierda.

En medio de este fragor, la mayoría del Congreso exigió que se aplicase íntegramente la ordenanza militar respecto de la pena de muerte para garantizar la disciplina en el Ejército. Salmerón que, siendo Ministro de Gracia y Justicia, había presentado un proyecto para abolir la pena capital, se negó a firmar las sentencias que le presentaron y dimitió su cargo de Presidente de la República por coherencia con sus principios morales. La historia posterior es bien conocida. Apenas cuatro meses más tarde, las tropas del general Manuel Pavía entraron en el Congreso.  Sin embargo, tras su exilio parisino, Salmerón continuó en la Restauración trabajando intensamente en el Congreso en defensa de su proyecto liberal y laico. Por ello su vida y su obra siguen siendo un ejemplo para los demócratas.

Quiero concluir dando las gracias a todas las alhameñas y alhameños, a la corporación municipal de Alhama y a su alcalde Francisco Guil, así como a la Asociación de la Prensa de Almería, por haberme ofrecido participar en los eventos dedicados al centenario de ese gran alhameño y español que fue D. Nicolás Salmerón.


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Este artículo fue publicado originalmente en el Anuario Crítico de Almería 2009, en la sección Cultura


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