Reseña Portada


La ciudad fantasma de El Toyo


Salvo infraestructuras descuidadas, nada queda de la que fuera la ciudad de los deportistas durante los días de los Juegos Mediterráneos 2005. Todos recordarán a los atletas alojados en los lujosos hoteles o en las “magníficas viviendas”, dispuestos a convertirse en comensales de un restaurante destinado a ellos para después disfrutar de un agradable baño en una linda playa artificial. Aquellos deportistas ya se marcharon y ahí queda la ciudad fantasma. Ni Indalete se pasea.

No supone gran esfuerzo darse cuenta del abandono que padece El Toyo. Muchos de aquellos dúplex construidos para que los equipos que competían en los Juegos pudieran alojarse han permanecido durante 2006 sin propietario. Y no hablemos de los ciudadanos que vieron en la zona una oportunidad y ni siquiera podían ubicarse dentro de ella, pues durante el pasado año existían calles sin nombre. Tanto lío con en el cambio de denominación de las vías en la ciudad y a El Toyo le faltan, unos tanto y otros tan poco.

La urbanización ha sido objeto de continuas polémicas y centro de debate entre Gobierno y oposición. La zona cuenta hoy con un nuevo Hospital de Alta Resolución, organizado mediante consultas de Acto Único, lo que facilita a los pacientes ser diagnosticados y atendidos por un especialista en el mismo día. Es sede de un sistema de recogida automática de residuos por el que se conduce la basura a través de redes subterráneas, y se proyecta como Ciudad Digital, cuya parcela pública que se adjudicó a Telvent para su gestión ha suscitado en alguno un que otro amago de infarto. A más de un sastre le gustaría poseer un cajón tan repleto, aunque con tantos locales y edificios vacíos no sabría qué hacer, es lo que le sucede al concejal de Urbanismo. El edificio polivalente, que recibió por su diseño uno de los Premios ARCO del Colegio de Arquitectos en esta edición, no vale para nada en contraposición de lo que significa su nombre, ya que aunque se pensase como centro de convenciones, su actividad es nula. ¿Quién pillase los 12 millones de euros que se invirtieron en él?

Los empresarios tampoco se han silenciado ante el abuso de poder a la hora de despreciar los fondos. Se les ha secado la boca de tanto pedir que el dinero recaudado en la venta de las parcelas unifamiliares fuese destinado a la restauración y revitalización del centro histórico de la ciudad. Promesas invidentes como el soterramiento, el Parque Tecnológico (PITA) o el plan de usos del Puerto, siguen sin llevarse a cabo. Y aviso a navegantes, quedan cinco meses de plazo hasta las elecciones municipales de mayo de 2007, en que los ciudadanos valorarán las actuaciones de la actual Corporación Municipal.

El Toyo se ha convertido en un producto sin público objetivo. Antes de ejecutar cualquier iniciativa se recomienda hacer un estudio de mercado, es decir, analizar para qué y con qué fin se hace, a quién va dirigido y la rentabilidad que se puede obtener. En este caso, si se hizo en su momento, no se tuvieron en cuenta todas las variables posibles. Se ha apostado demasiado por la creación de un espacio muerto, millones de euros invertidos y malgastados. En un principio, tuvo el éxito inicial con los deportistas pero no se pensó en el después y no se hace nada para salvar la situación. Sólo acontecen en el lugar bodas, comuniones y bautizos, y no precisamente por la belleza del lugar, sino por la calidad de los hoteles que allí se ubican.

El tema de sostenibilidad y Medio Ambiente, tan actual en nuestros días, se lleva a los extremos en El Toyo. Los aficionados del golf tienen un green cerca de la capital para disputar algún partido con los amigos o entrenarse en el intento de meter las bolas en el hoyo, y en eso quedará, en un intento. Los matorrales que se alzan sobre el Alborán Golf, por muy naturales que sean, entorpecen el juego y carecen de función medioambiental. La Plaza del Mar, una obra que despertó el interés de todos, resulta ser el escenario idóneo para los grafiteros, pero no los profesionales precisamente, de ser así habría que haberles agradecido el encontrar alguna utilidad a la urbanización. Esto sin hablar del lago, nada que envidiar al Río Ganges en India, con el matiz de que el primero se construyó como elemento ornamental de esta nueva ciudad y el segundo es un accidente hidrológico de la naturaleza que, por la desdichada situación de los indios, sirve de sanitario para sus vecinos.

Mirar hacia esta zona del Levante de la capital almeriense produce profunda tristeza, más aún cuando se tiene la sensación de que una buena gestión hubiese sacado El Toyo a flote, simplemente manteniéndolo y dotándolo de vida. Es decepcionante hablar de él como si la tierra se lo hubiese tragado, y no es así, quien se ha guardado el dinero recaudado en los bolsillos ha sido quien podía haber hecho algo para convertirlo en un centro turístico, comercial o de negocios, pero de verdad. Nada de proyectos ilusorios como los vividos en 2006 que se desvanecen por su propio peso. Hay que vender con fundamento. Los ciudadanos y turistas no son ajenos al vacío de la urbanización y prefieren ubicarse en otras zonas que con menos lujos están mejor cuidadas. Es como el acertijo de quién nace primero, ¿el huevo o la gallina? No se hace nada, porque no hay nadie; y no hay nadie porque El Toyo no se cuida.

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Este artículo fue publicado originalmente en el Anuario Crítico de Almería 2007, en la sección Almería y provincia


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