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La paradoja del comercio almeriense y los gajes del oficio

MANUEL LEÓN
@mgarrucha

El comercio local se mueve entre la paradoja de nuevas altas fiscales y menos consumo. Los chinos copan nuevas zonas tradicionales y nuevos proyectos de Grandes Superficies velan armas esperando tiempos mejores. Hacemos una radiografía de los negocios actuales en las calles de Almería.

Nuevos proyectos de centros comerciales planean en el horizonte de la provincia. Crece en más de 2.000 el número de altas fiscales, los autónomos afiliados a la actividad comercial y, sin embargo, a tenor de los datos de la Encuesta de Coyuntura de la Cámara de Comercio, el consumo no repunta en la provincia, el gasto por familia cayó un 3% el último año. Es una paradoja, la del aumento de la oferta ante la escasa recuperación de la demanda, que solo se explica en la medida de la confianza en una inmediata recuperación económica y en el carácter emprendedor de los profesionales almerienses.

Han quedado atrás los tiempos en los que las tiendas de barrio dominaban en la ciudad y en los principales municipios de la provincia. La capital almeriense era también entonces el epicentro de ese aroma a compras. Los pueblos, hasta los años 60 y 70, tenían lo justo para subsistir en el día a día: los cuarterones de aceite, el pescado de los arrieros, la carne del matadero municipal, las legumbres, el bacalao y otros coloniales. Por eso, los alsinas se llenaban de mujeres enlutadas que acudían a la ciudad a hacer las grandes compras de Navidad, a adquirir los retales para los vestidos, los zapatos de tacón para las fiestas patronales, los trajes para las bodas. Ahí estaban, entonces, la calle Las Tiendas, repletas de establecimientos de tejidos como La Sirena o el Blanco y Negro, de mercerías como El Valenciano, de sombrererías como Rosales, de zapaterías como Calzados Suizo, y la vena principal del Paseo enseñoreada con algunos grandes almacenes primitivos como Bazar Almería, El Aguila o Simago. Después los municipios se fueron festoneando también de comercios cada vez más surtidos como en Huércal Overa, Vera, Olula, Albox, El Ejido o Roquetas. Ya no fue tan necesaria esa costumbre de ir a comprar a la capital y eso hizo mella en el comercio de la metrópoli urcitana. A ello se le unió que hace unas tres décadas, empezaron a barruntar por Almería las grandes superficies. La decana fue Pryca, que se inauguró en Almería en 1987 e hizo temblar a los pequeños tenderos de toda la vida. Años después llegó el Centro Comercial Mediterráneo con Alcampo y en Roquetas se edificó el Gran Plaza. Eso hizo que cerraran muchos de esos pequeños establecimientos del centro de la ciudad para los que los mejores día ya pasaron. Otros, se han ido adaptando a los tiempos con unos productos a la venta especializados y una clientela fiel que ha pasado de abuelos, a hijos y a nietos.

El comercio es uno de los sectores más dinámicos, nunca son una foto fija: cambian los rótulos, los escaparates, los dependientes. Pasan de moda unos negocios y otros son tocados por la varita mágica espoleando sus ventas. El boca a boca contagia a los compradores, bendice el género que se expende en determinados escaparates y a otros los aboca a la ruina. El comercio, más que otros sectores económicos, se rige por las modas, a veces ordenadas y previsibles y otras caóticas e indescifrables. Para protegerse contra las grandes superficies que inventaron los franceses, algunos municipios de la provincia han aprobado la vitola de Centro Comercial Abierto, como es el caso de la propia capital a través de la Asociación Almería Centro y otros pueblos como Cuevas del Almanzora, con descuentos y promociones de fidelización. Desde la Asociación de Comerciantes Almerienses de Asempal, presidida por Luis Escámez, tratan de ser intermediarios con la Administración para que se proteja con una fiscalidad más benévola a los pequeños comercios que suponen un alto porcentaje de tasa de ocupación en Almería. Hay nuevas normativas como la libertad total de horarios en algunas zonas turísticas como la propia capital almeriense y las rebajas que hacen que el enfrentamiento entre los grandes y los pequeños se agudice.

Otro de los fenómenos que lleva irrumpiendo con fuerza en Almería, como en el resto de España, en las últimas décadas es el de los bazares chinos, que disfrutan de diversos segmentos: desde grandes bazares donde se puede adquirir desde una maceta o unas chanclas para la playa, hasta negocios chinos que se han erigido en nuevas tiendas de barrio donde se puede comprar el pan o el papel higiénico. Los negocios chinos levantan suspicacias en torno al sector local por sus amplios horarios de apertura y los precios a la baja que ofrecen en sus productos. Viejas cajas de ahorros se han convertido en negocios chinos, desde El Zapillo hasta Pescadería y también se dejan ver con grandes centros mayoristas en polígonos industriales como La Juaida o San Rafael.

El sector de los supermercados también es uno de los más vigorosos en los últimos años: no paran de abrirse nuevos establecimientos de Mercadona, Consum o Aldi en el centro y en los barrios de la ciudad. Los almerienses son conscientes de que lo primero, cuando llega la nómina, es llenar la nevera, en detrimento de la hostelería o de otras fórmulas de ocio.

También otean en el horizonte nuevas superficies comerciales, esperando que la economía, el consumo, el desempleo, remonte el vuelo en la provincia. Tras la consolidación de La Cepa, en Huércal de Almería, o el Centro Comercial de Vícar, hay otros operadores esperando: los sevillanos de Bogaris no renuncian a su multicentro en Torrecárdenas y Carrida mantiene también sus expectativas en La Rambla, como Tejera encima del Cementerio. Estos últimos ya han iniciado las obras de urbanización de un nuevo centro de medianas superficies en la zona de Zaramula, en Huércal de Almería.

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Este artículo fue publicado originalmente en el Anuario Crítico de Almería 2014, en la sección Economía


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