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Transparencia, pero con matices


La Ley de Transparencia en España entrará en vigor en diciembre de 2014 y aunque no ha cumplido con las expectativas, no está todo perdido. El periodismo tiene futuro y una vía de especialización que cobra importancia está íntimamente relacionada con la transparencia: el periodismo de datos.

¿Cuánto presupuesto destina un Ayuntamiento en sus fiestas locales?, ¿cuál es la lista de espera en un hospital determinado para recibir un trasplante? ¿cuáles son los principales países de destino en el comercio de armas español? Parece, a simple vista, sencillo conseguir una respuesta para cada una de estas preguntas, pero esto no era así hasta hace unos meses. Hoy en día es más fácil acceder a estos datos, aunque con ciertos ‘peros’.

La Ley de Transparencia y Buen Gobierno en España se aprobó el 28 de noviembre de 2013, tras ser una de las promesas del gobierno de Zapatero y, posteriormente, del de Rajoy. Pero su entrada en vigor no es inmediata: se estableció un plazo de un año para la administración nacional y de dos años para la administración local y autonómica. Por lo tanto, en diciembre esta Ley estará ya en funcionamiento.

Esta legislación sufrió un proceso de aprobación bastante largo. El primer texto –el anteproyecto de ley- se presentó en marzo de 2012 y, a partir de ese momento, fue sometido a una serie de enmiendas para ampliar su ámbito de aplicación. Por ejemplo, se incluyeron a los partidos políticos, sindicatos o a la Casa Real, aunque con ciertas reservas que hacen que esta Ley de Transparencia quede incompleta. Además, no incluye a todos los poderes del Estado.

A pesar de que, como ya se ha indicado, la legislación nacional también afecta al ámbito autonómico y local, son cada vez más las Comunidades Autónomas que presentan sus propios proyectos de transparencia. Cada vez son más las comunidades que se suman al esfuerzo de crear unas instituciones de cristal.

A pesar de estos esfuerzos, algunas asociaciones pro transparencia como Access Info Europe o Civio consideran que la legislación española se queda corta y, de hecho, se sitúa a la cola en el ranking mundial según los estándares internacionales.

Por ejemplo, no reconoce como derecho fundamental el acceso a la información pública. A pesar de que el derecho a la información está reconocido en la Constitución –en el artículo 20- y el acceso a archivos registros –en el 105b-, esto no contempla la totalidad de los documentos de las administraciones públicas. Las consecuencias que se derivan de este no reconocimiento son importantes: sitúa por encima otras libertades que pueden entorpecer el acceso a esta información.

Por otro lado, reconoce el silencio administrativo, que se define como la ausencia de respuesta por parte de una administración pública pasado el tiempo establecido en la legislación –un mes, generalmente, aunque para ciertos casos como grandes volúmenes de datos y otras situaciones se amplía este plazo a dos meses-. Este punto es importante, puesto que deja a voluntad de la administración pública la respuesta. Para velar por el cumplimiento de la Ley se estableció la creación del Consejo de Transparencia y Buen Gobierno, que debía estar operativo, según la legislación, desde el pasado mes de marzo. Este órgano será el encargado de velar por el buen funcionamiento, además de servir como vía de queja en caso de que las instituciones no respondan las preguntas ciudadanas.

Lo que sí está claro es que aún es pronto para determinar y valorar la puesta en marcha y el funcionamiento de este marco de transparencia y rendición de cuentas en España en las administraciones. La filosofía de la apertura de puertas de las instituciones a la ciudadanía debe implantarse lo antes posible para suplir las carencias –en la medida de lo posible- de una ley que ha llegado tarde y que, además, no ha cumplido con los proyectos de ambición que se esperaban.


Donde la transparencia y el periodismo se unen

A pesar de todo, el periodismo tiene mucho que decir en este campo y la transparencia ayuda a la creación de nuevas especializaciones periodísticas. La información pública no deja de ser eso, información; además, por ser pública, cualquier ciudadano debería tener acceso a ella. Una de las vías para garantizar el acceso a estos datos son precisamente las leyes de transparencia. Las grandes cantidades de datos que se pueden obtener de las instituciones –aunque no siempre son la fuente principal- abren una puerta al periodismo del siglo XXI.

El fenómeno de los datos masivos –big data en inglés- no es nuevo, al igual que tampoco lo es el periodismo de datos. Ya en los años 60 autores como Philip Meyer o en España José Luis Dader dieron los primeros trazos al periodismo de precisión, que no es más que el uso de datos, en un nivel masivo, para complementar y, más aún, sacar de ellos la noticia. Tanto el periodismo de precisión, como su heredero, el periodismo de datos, utilizan una gran cantidad de información para elaborar las piezas periodísticas.

El periodismo de datos es una disciplina que utiliza, además de estos datos masivos, las herramientas tecnológicas que están al alcance para el tratamiento de esta información. Y que tiene siempre cierta relación con la investigación. El análisis de los datos masivos nos ayuda a trazar una historia.

Como bien revela el nombre es “periodismo” y son “datos”. En periodismo de datos, los datos no son nada sin el periodismo y este es uno de los peligros a los que se enfrenta la disciplina. Por tanto, no se pueden dejar de lado los componentes eminentemente periodísticos: otro tipo de fuentes, como las personales, la elaboración del reportaje con trasfondo contextualizado, el complemento con entrevistas. Por tanto, el periodismo de datos no solo se basa en el tratamiento de bases con información masiva, sino que, en reportajes complejos lo más común es el cruce de bases de datos para dotar de perspectiva el trabajo periodístico y llevarlo al ámbito de la investigación.

Una de las características de este nuevo periodismo es la nueva exigencia en los equipos periodísticos que plantea: frente a la uniformidad en los equipos de periodismo tradicional, donde la figura del periodista es la dominante, el periodismo de datos requiere unidades multidisciplinares con cabida para programadores, diseñadores o analistas de datos. Otra de las características del periodismo de datos es la enorme posibilidad que abre para la colaboración entre diversos medios de comunicación.

Pese al empuje que el periodismo de datos está tomando en los últimos años en nuestro país, aún no son muchos los medios de comunicación que se lanzan a constituir sus unidades. Medios como El Confidencial ya han apostado por crear unidades de datos. El Mundo y El País se encuentran constituyendo sus equipos de datos. También destaca la formación como la impartida desde el grupo de periodismo de datos de Medialab-Prado o Asociaciones de la Prensa y otros colectivos, además de másteres como el Máster en Periodismo de Investigación, Datos y Visualización que ofrece Unidad Editorial.

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Este artículo fue publicado originalmente en el Anuario Crítico de Almería 2014, en la sección Comunicación


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