La portada es una reproducción de la imagen plasmada en una chapa que editó la Asociación de Periodistas de Almería y en la que se podían leer los hastags utilizados a través de Twitter por los periodistas para reivindicar la profesión y denunciar algunas de las situaciones que se estaban produciendo durante el año. Dicha chapa la vestimos muchos periodistas en todas las manifestaciones, que fueron muchas, y que tuvieron lugar durante los dos años de los que trata el Anuario de 2013.


Desafiar a la naturaleza sale caro

Jenifer Simón
Periodista

Lo decía hace muy poco una de las mayores figuras del periodismo almeriense, el compañero José María Granados, cuando hablaba de las inundaciones del 28 de septiembre en la comarca  del Levante, decía ‘Agua que no has de beber…déjala correr sin freno’ y es que ha habido mucha agua que no se debería haber intentado ‘retener’, en el amplio sentido de la palabra.

Aquel día resultó aterrador, la sensación, la certeza de no tener medios para hacer frente a un agua que venía por todas partes, que cortaba carreteras, que anegaba calles, sótanos, que venía con una inusitada fuerza y que acorralaba las salidas, las huídas… hacia la salvación. Terrible el crujir del cielo y más terrible una naturaleza que se rebelaba para recoger aquello que el hombre había intentado arrebatarle. A primeras horas de la mañana, aquel fatídico día, Bomberos del Levante almeriense, policías locales, Guardia Civil, grupos de emergencias, y grupos de Protección Civil, ya estaban recibiendo las llamadas y personándose en los lugares en los que el agua había hecho su aparición en tromba. Ramblas y ríos recogían en sus cauces  litros de agua y acababan desbordándose, saltando puentes, destrozando y arrastrando todo a su paso, en Cuevas, en Huércal-Overa, en Antas, en Pulpí, en Vera. Precisamente, en la localidad veratense, se estableció la ‘zona cero’ del desastre, porque el río Antas en su desembocadura expandió su vómito y cubrió medio Puerto Rey y todo Pueblo Laguna. Lo peor, las vidas que se llevó allí y en Cuevas.

Vidas, pérdidas económicas, puentes, calles, casas, coches… esfuerzos, ahorros, esperanzas, ilusiones, … vidas físicas y también emocionales.

Y, en medio de la tragedia, si algo de ella se pudiera sacar en positivo, solo sería una cosa… la todavía existente bondad y la solidaridad del ser humano, esa que apuesta su tiempo y su integridad por la vida de otro, de un semejante. Esa que se contrapone a una actitud lo suficientemente arrogante e irresponsable, como para haber colocado en lugares imposibles las viviendas hechas de sueños (reconvertidas en pesadillas) que se vendieron por miles.

El problema, sin embargo, es la sombra de una nueva demostración de la madre tierra, de un nuevo ‘castigo’ por no haber respetado sus reglas, que sigue presente y que despierta las preguntas, interrogantes pueden ser miles, pero hay una, sobre todo, que se plantea cada cierto tiempo, en cada cierto lugar, cuando los noticiarios se ‘arman’ de imágenes que exponen la pequeñez humana ante la grandeza natural.

Aquí, ¿quién ha jugado a ser Dios y ha intentado hacer suyo el terreno que pertenece por naturaleza al río? Quién lo ha hecho, hace ya muchas décadas, seguramente no esté y quién ha continuado ese proyecto, seguramente, tampoco ha sufrido las consecuencias de la tromba del 2012. Ese o esos no tendrán conciencia de lo que se ha perdido, no solo en 2012, también en años anteriores, con riadas en los 70 y en los 80, que pasan, desolan y se olvidan… o, al menos, se dejan allá en un rincón del recuerdo que se pretende borrar, porque quienes han establecido su vida o su lugar de ‘retiro’ y de descanso en esta maravillosa zona no quieren renunciar a él, aunque a algunos les pueda ya el miedo y no quieran volver, son los menos. Ver llegar el agua y no tener escapatoria es una terrible sensación, pero es realmente admirable ver cómo esas personas que perdieron muchas de sus pertenencias, que vieron destrozadas sus ilusiones y esfuerzos en sus casas o en sus negocios, hoy, han vuelto a abrir las ventanas y las puertas para seguir adelante. Ellos han sido los que han recuperado la zona, ellos y los responsables de las administraciones locales que les han ayudado porque, no esos, en estos casos, no son solo políticos que ‘mandan’ en los ayuntamientos de cada localidad, son vecinos de los afectados, los que ven y sienten a diario lo que ocurre en sus pueblos. Los demás están demasiado lejos.

Respuestas, responsabilidades, ayudas… las palabras que se emplearon en los primeros meses, transcurridos ya siete, se perciben como a lo lejos… al fondo del todo de una amplia habitación. El hoy lo han reconstruido los de aquí. Esas personas acostumbradas a la lucha… entrenados en la crisis, y tras el resurgir de sus cenizas, miran el buen tiempo y el verano como una buena oportunidad para renacer de entre ‘el fango’ definitivamente. Pero, la mirada al frente sigue de ‘reojo’ un pasado inmediato y hace preguntas…

¿Por qué no se respetó lo que era del río?, ¿por qué lejos de parar el ‘robo’ de sus tierras, se amplió? La respuesta posiblemente no la tengamos de forma exacta, pero quizás podemos reflexionar… ¿Qué pudo más: la ambición, el dinero, la pretensión de ser más listos, más fuertes, más … valientes? Sea como fuere, la idea de mirar hacia delante,  hace pensar en que alguna persona sensata tiene una respuesta clara, de cara al futuro. “Lo que se hizo allí está hecho, la gente que vive o veranea aquí no quiere o no puede marcharse, la idea de derribar todo eso resulta poco acertada si se tienen en cuenta las consecuencias”, la pregunta sería ‘¿pueden esas casas, negocios, vidas… protegerse de una siguiente riada?’. Dicen que sí, que el dragado y encauzamiento del río conseguiría un alto nivel de protección, que eso es lo que debe hacerse. El error del pasado debe servir para mirar hacia el futuro con nuevas perspectivas, con las ganas de no volver a equivocarse en lo mismo, una y otra vez. Desafiar a la naturaleza suele salir muy caro, eso ya lo hemos experimentado. Ahora toca mirar atrás, si no para buscar responsables, porque esos, no devolverán las vidas perdidas, sí para buscar soluciones de futuro. Bien. Estudios y avances miles en todos los sentidos tenemos a día de hoy para poner esos ‘puentes’ que realmente salven el precipicio, sería, quizás, recomendable poner en práctica la gran capacidad humana para evitar su propio desastre… pero hacerlo de verdad, cueste lo que cueste, porque en ello nos va la vida… literalmente.

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Este artículo fue publicado originalmente en el Anuario Crítico de Almería 2013, en la sección Sociedad


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