Frente al ordenador. 

Así es como nos encontramos a diario los profesionales de medios de comunicación. Tenemos que escribir para locutar, subir a la web o llevar a imprenta aquello que los espectadores o lectores encontrarán en televisión, radio, periódicos e Internet. 

Un proceso que, cada vez, es menos sencillo. Durante ese período de tiempo se reciben llamadas, visitas a la mesa de personas de ‘rango’ superior que tratan intervenir en nuestro trabajo, etc. El periodista quisiera, entonces, encontrarse en una burbuja, mantenerse aislado y no sufrir interferencias que mermen la finalidad y objetivo que se persigue: informar, y bien. 

Aunque encontremos esos factores externos que tratan de interponerse entre el profesional y su ordenador, debemos obviarlos, espantarlos como si de una mosca que no para de molestar se tratase y continuar con nuestro cometido. Volver al origen de este trabajo y reducir todo aquello que disminuya la fuerza del mensaje entre el emisor y el receptor. 

Escribir, leer, volver a escribir, releer y dar por concluido nuestro texto cuando sólo nosotros estemos seguros de ello, con responsabilidad y profesionalidad. De eso sólo sabemos los periodistas.





septiembre


Este artículo pertecene al mes septiembre del anuario de 2011 |  Pulsa aquí para consultar titulares de septiembre  | Ir a portada

Huelga ‘Fantasma’



Unos 3.500 trabajadores salieron a la calle en la primera huelga general convocada por los sindicatos en el gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero. ‘Mucho ruido y pocas nueces’ definiría a la perfección el desarrollo de una jornada en la que exceptuando las principales calles y centros comerciales de la capital todo se desarrolló con total normalidad. Los menores, en sus colegios; los enfermos en hospitales y centros de salud, los funcionarios en sus puestos de trabajo... Pocos fueron los que vieron interrumpido su quehacer diario por motivo de la tan anunciada paralización social. Los piquetes informativos -alrededor de 600- se encargaron a primera hora de la mañana del cierre de las grandes superficies y pequeños comercios, pero sólo a su paso porque horas después y pasada la tempestad regresó la calma o, lo que es lo mismo, la reapertura de sus negocios, como si se tratara de un día habitual.




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