Frente al ordenador. 

Así es como nos encontramos a diario los profesionales de medios de comunicación. Tenemos que escribir para locutar, subir a la web o llevar a imprenta aquello que los espectadores o lectores encontrarán en televisión, radio, periódicos e Internet. 

Un proceso que, cada vez, es menos sencillo. Durante ese período de tiempo se reciben llamadas, visitas a la mesa de personas de ‘rango’ superior que tratan intervenir en nuestro trabajo, etc. El periodista quisiera, entonces, encontrarse en una burbuja, mantenerse aislado y no sufrir interferencias que mermen la finalidad y objetivo que se persigue: informar, y bien. 

Aunque encontremos esos factores externos que tratan de interponerse entre el profesional y su ordenador, debemos obviarlos, espantarlos como si de una mosca que no para de molestar se tratase y continuar con nuestro cometido. Volver al origen de este trabajo y reducir todo aquello que disminuya la fuerza del mensaje entre el emisor y el receptor. 

Escribir, leer, volver a escribir, releer y dar por concluido nuestro texto cuando sólo nosotros estemos seguros de ello, con responsabilidad y profesionalidad. De eso sólo sabemos los periodistas.




Índice de esta sección

Y Pandora abrió su caja


  

Tito Sánchez Núñez


Un tirachinas contra 19 tanques


  

Pablo Laynez Rodríguez


Una tarta con 20 velas y 21 celebraciones


  

Juanjo Aguilera


El milagro del baloncesto lo disfruta la comarca del mármol


  

Juan Andrés Heredia


La sonrisa de un Campeón del Mundo


  

Azahara Rodríguez


Pasión por la Roja


  

Juanjo García




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Pasión por la Roja


ALMERÍA entera se apasionó con el triunfo de LA ROJA en Sudáfrica.

Los sueños a veces cristalizan. Hemos tenido la gran suerte y el enorme privilegio de haber sido partícipes, contemporáneos de un acontecimiento que ya por siempre ha impregnado con letras de oro la memoria de nuestra historia.

La ilusión, la esperanza y el anhelo por conquistar un campeonato con 80 años de historia, desde que Uruguay lo ganará en 1930, estaba ahí, ya no parecía inasequible después de ganar con solvencia la pasada Eurocopa de 2008. Una seductora sensación merodeaba en el ambiente, ya que España jugaba ‘como los ángeles’ gracias a su sensacional toque de balón. El célebre “tiki taka”. Nada que ver con la tosquedad de la conocida ‘furia española’. El ancestral pesimismo estaba superado por el entusiasmo de una juventud sedienta de éxitos.

Ese mismo optimismo que con el balón en los pies irradiaban esos “locos bajitos” -que diría Serrat-, y que fue contagiando hasta a los más escépticos. El combinado de Vicente del Bosque supo esquivar el titubeante estreno con el traspiés ante Suiza y fue ganando en confianza partido a partido, hasta que, ¡de repente!, en este cálido verano de 2010, nos dimos de bruces con la mayor oportunidad de toda nuestra historia. Me emociono aún al recordarlo. Ahí estábamos todos, frente a la pantalla, nerviosos, en el Soccer City de Johannesburgo, para jugar nada menos que la primera final de un Mundial. Enfrente Holanda, ávida de amortizar ante la FIFA los títulos que Alemania y Argentina les sustrajo en las finales del 74 y el 78. Ese era nuestro mayor obstáculo, porque el fútbol era nuestro. La Roja se mantuvo fiel a su estilo a diferencia de La Orange, que pervirtió el suyo a costa de violentas entradas, inconcebibles en la Naranja mecánica.  El talento lo atesoraba España merced a la clase de una irrepetible generación de jugadores y a la sublime dirección de Xavi. Pero el afán competitivo de la errante Holanda mantuvo la emoción y la intriga con un magistral desenlace propio del ínclito Alfred Hitchcock.

Del ostracismo de la derrota o de la frustración de los penaltis nos libraron tres minutos, los que restaban para el final. Pasamos al Olimpo en cuestión de un frágil intervalo, el que transcurrió entre la gran parada de Casillas a Robben y el inolvidable minuto 116.

Ese inmenso momento es semejante al nacimiento de un hijo, se recuerda con absoluta nitidez toda la vida. Dónde estábamos y con quién lo celebramos. Jamás lo olvidaremos. Un instante inmenso, en el que se paró el tiempo y escuchamos el silencio, justo antes de que Andrés Iniesta rematara con el alma y todo un país estalláramos enloquecidos, conscientes de que por fin éramos –el vello de punta- ¡CAMPEONES DEL MUNDO!

Ganó ESPAÑA, sí. Y ganó el FUTBOL con mayúsculas, porque ni siquiera la Brasil del 70 generó tanta admiración. Y por supuesto ganó ALMERÍA. Sí amigos, porque el Mundial también se festejó con enorme entusiasmo en cada rincón de nuestra provincia a los sones, por cierto, de dos canciones para el recuerdo: el “Waka waka”, de Shakira, y el “Waving flag” de David Bisbal. Almería entera se entregó al mayor acontecimiento deportivo jamás vivido. Cada partido se celebró con auténtico fervor, con banderas, bufandas o camisetas. Algo espléndido. Nos sentimos transportados a Sudáfrica con la pasión del momento.

La capital dispuso además de un espectacular espacio para ver todo el Mundial desde una pantalla gigante de alta definición que se convirtió, con llenos a rebosar, en el principal punto de encuentro para animar a la Roja. En la carpa “MundiAlmería”, junto al Cable Inglés, tuvimos ocasión de festejar los triunfos de forma multitudinaria, con la presencia del propio alcalde Luis Rogelio Rodríguez Comendador, quién no dudó en apoyar a nuestro equipo, como tantos otros, con la camiseta de España. Y como él, muchos más, deportistas como Ortiz Bernal, Francisco, Héctor, Galca, Barbero, Juanjo Salvador, Fernández Borbalán; toreros como Ruiz Manuel, Jesús Almería, y un largo etcétera, con cuya presencia tuve el honor de contar en el “El Desmarque del Mundial”.

Como les decía, los sueños a veces cristalizan y compartidos se saborean mucho mejor. Alrededor de treinta mil entusiastas, de distintas nacionalidades, llegaron a desfilar por esta novedosa carpa para gozar del mejor de todos los mundiales. El de las exóticas vuvucelas, que a las once y cuarto de un 11 de julio de 2010 nos sonaron a música celestial cuando el británico Howard Webb decretó el final del partido y toda España, y miles de incontenibles almerienses, sumidos en un delirio colectivo, saltamos como un resorte para volver a reunirnos, para volver a exaltarnos, como ya sucediera un 19 de mayo de 2007, cuando ascendió la UD. Almería, en la fuente de la Plaza de las Velas.

Así transcurrió el Mundial. España, posiblemente con la mejor selección de todos los tiempos, brindó a la historia un recital de fútbol. Iker elevó al cielo el más preciado de los títulos. Emocionados, derramamos más de una lágrima y pensamos entonces, que… De aquí a la eternidad.
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Este artículo fue publicado originalmente en el Anuario Crítico de Almería 2011, en la sección Deportes
Palabras clave de este artículo: fútbol  |  mundial  |  almería  |  celebración


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