Ya se, ya se, que el título de ahí arriba puede parecer una contradicción en sí mismo. Una entelequia es algo fantástico, sin existencia real. Por tanto, no puede ser posible. Pero, para Aristóteles, también es lo contrario. Es la lucha de cada uno por conseguir su propio fin, su propia perfección.
Y, me darán la razón, en eso la Mesa de las Infraestructuras parece parida por el mismísimo peripatético griego. Busca su propio fin, aunque ese fin sea irreal o, al menos, imposible.
Imposible por la propia esencia almeriense o, al menos de sus políticos. Y eso que las intenciones eran buenas…
No sé si se acuerdan ya, pero la Mesa nació en el siglo pasado. Allá por 1997. Políticos de todos los partidos, economistas, empresarios, sindicatos (y hasta periodistas) decidieron crear un foro para debatir y, sobre todo, combatir, los males estructurales que lastraban una provincia abandonada históricamente a su suerte.
Recogían, o al menos lo intentaban, las quejas ciudadanas de que a Almería, y a los almerienses, les sobraban imaginación, empuje, ganas de trabajar, y les faltaban las herramientas para el despegue definitivo, para ponernos en la órbita moderna de una vez por todas.
La Mesa decidió que tendría que trabajar, de moverse sobre cuatro ejes fundamentales: el déficit hídrico; la mejora de carreteras; conseguir el AVE y mejorar también el servicio energético, con el gas ya en el horizonte como proyecto plausible.
Pero el problema, me darán la razón, ha sido la propia entelequia. Cada una de las partes de la Mesa, cada una de sus patas, después de reuniones más o menos abundantes –han estado hasta año y medio sin reunirse-, más o menos apasionadas, salían por peteneras, en un enorme alarde de justificación. Sobre todo, cuando soplaban cerca aires electorales y dependiendo del color de quien gobernase en Madrid.
Por poner un ejemplo, el agua. La Mesa cifró el déficit hídrico de la provincia en 320 hectómetros cúbicos. Algo importante, porque la cantidad ha crecido y bajado como las mareas en Cabo de Gata a lo largo de los años. Después de eso, la Mesa pidió primero la aplicación del Plan Hidrológico Nacional –con Aznar inaugurando trozos de tubería, ¿se acuerdan?-, y luego lo contrario.
Ahora ya no hay déficit hídrico, o al menos, no en la misma medida. Las desaladoras, aún faltando la del Poniente, y las obras de conducción hasta la de Carboneras, han sacado el agua de la Mesa. Pero no porque con su presión, con su ímpetu, sus miembros, ni siquiera los que tenían compañeros en el Gobierno, lograsen acelerar nada. El agua llegó porque que no es admisible que en una provincia que no desperdicia una gota, y que levanta el PIB andaluz a base de exportar agricultura, muriese de sed. Eso sí, que no se nos olvide que, a estas alturas, agricultores del Levante han tenido que comprarse arrozales, que no explotan, para tener derechos de uso de agua y traérsela hasta aquí a base de camiones, para no tenerse que pelear con nadie, ni mendigar gotas del trasvase Tajo-Segura.
Y en el resto de cosas, desgraciadamente, más de lo mismo. Magdalena Álvarez, siendo ministra de la cosa de las obras, anunció que por fin, la A-7 se terminaría en el año 2009. Claro que entonces no era previsible la rotura del viaducto de Almuñécar, ni que se deslizase peligrosamente el terreno en Adra, en el enorme puente de La Alcazaba, y que ha tardado meses y meses en estar arreglado… Ahora esperan que la autovía de marras esté terminada por fin para el año que viene.
En cuanto al gas; pues sí. Es cierto que se ha hecho el obrón de Medgaz, con su tubería submarina y demás, pero no porque la Mesa lograse la aquiescencia de Argelia o de España, sino porque interesaba, e interesa económicamente a toda Europa una vía directa de suministro. Que, por cierto también tendrá (si es que cuando lean estas páginas ya han abierto el grifo) año y medio de retraso.
El AVE está “ya a la vista”, en palabras del Presidente de la Cámara y también de la Mesa, Diego Martínez Cano. Y es cierto. Hay tramos en ejecución y otros en proyecto, para conectarnos vía Albacete con Madrid. Del eje transversal, ese por el que tanto suspiramos, y que nos conectaría de una vez por todas con Sevilla –manda narices que se tarden cinco horas y media en tren- a una velocidad digna, está en estudio informativo. Estamos hablando de obras caras, carísimas, que sólo en lo que está licitado de la alta velocidad superan los 350 millones de euros, pero que se están convirtiendo en un quiste que no para de crecer, precisamente cuando la economía almeriense, y de forma más acuciante, más lo necesita. Por eso, Miguel Uribe, el presidente de Asempal, proponer que se incluyan entre los temas de la Mesa las conexiones aéreas (con un descenso de más del 12% de llegada de viajeros en los últimos dos años) y el transporte de mercancías por ferrocarril. Pero… ¿Ahora?
El propio Martínez Cano reconocía no hace mucho en una entrevista de Elio Sancho en Diario de Almería que iba a proponer a la Mesa un “pacto de Estado como medida anticrisis”… Evidentemente, tiene razón.
La pena, la lástima y, si me apuran, la vergüenza que debería darles a todos los miembros de la Mesa es que ese pacto de Estado o, al menos, ese pacto de Provincia que los ciudadanos se merecen, no hayan sido capaces de hacerlo en 14 años. Otro gallo nos cantaría.
Pero ya saben, en las entelequias, cada ser tiende por sí mismo a conseguir su fin.