Frente al ordenador. 

Así es como nos encontramos a diario los profesionales de medios de comunicación. Tenemos que escribir para locutar, subir a la web o llevar a imprenta aquello que los espectadores o lectores encontrarán en televisión, radio, periódicos e Internet. 

Un proceso que, cada vez, es menos sencillo. Durante ese período de tiempo se reciben llamadas, visitas a la mesa de personas de ‘rango’ superior que tratan intervenir en nuestro trabajo, etc. El periodista quisiera, entonces, encontrarse en una burbuja, mantenerse aislado y no sufrir interferencias que mermen la finalidad y objetivo que se persigue: informar, y bien. 

Aunque encontremos esos factores externos que tratan de interponerse entre el profesional y su ordenador, debemos obviarlos, espantarlos como si de una mosca que no para de molestar se tratase y continuar con nuestro cometido. Volver al origen de este trabajo y reducir todo aquello que disminuya la fuerza del mensaje entre el emisor y el receptor. 

Escribir, leer, volver a escribir, releer y dar por concluido nuestro texto cuando sólo nosotros estemos seguros de ello, con responsabilidad y profesionalidad. De eso sólo sabemos los periodistas.




Índice de esta sección

Nacer y refundarse en plena crisis


  

Francisco Molina


SGAE y sus cantadas


  

Sonia Arráez


Cuando la crisis entra por la puerta...


  

Evaristo Martínez


Últimas paladas en Sierro


  

Marta Rodríguez


`Gripe´, ...¡aaah!


  

María Medina


Maestro Falces


  

Pablo Juliá


Señor Doctor


  

Rosa Galán


La Oscuridad en el cerebro


  

Javier Pajarón


El juez que puso la cara a la justicia


  

Antonia S. Villanueva


La Legión cumple 90 años


  

Joaquín Tapia




Artículos de este autor

Torrecárdenas: 25 años de cara y cruz


2009 | Sociedad



`Gripe´, ...¡aaah!


2011 | Sociedad y Cultura



Lo nuevo, lo viejo, lo soñado


2013 | Sociedad



`Gripe´, ...¡aaah!


Brote mortal, alarma mundial, aislamiento, sistema sanitario en alerta, protocolo de actuación o población de riesgo son algunos de los términos que entre abril y septiembre de 2009 dibujaron un escenario que dejó asustado a medio planeta. La gripe porcina desataba desde México un temor al contagio que hasta ese momento sólo se había vivido en el cine y en apenas unos meses casi cualquier conversación contenía alusiones al virus A-H1N1 como si del coco se tratara.

La falta de una formación sanitaria básica contribuyó a aumentar los temores de los ciudadanos, sobre todo desde que la OMS activara la alerta mundial por pandemia de gripe A en abril, un  mes en el que se conocía que sanitarios de la provincia trasladaban aislada a una joven de 31 años que aterrizaba en Almería procedente del hemisferio sur con síntomas gripales. Hoy sabemos que aquella mutación del virus gripal no fue tan grave y que causó menos muertes que la gripe estacional con la que convivimos desde hace décadas. No obstante, las contradicciones de los versados en la materia, y también de los políticos, avivaba el temor en lugar de atenuarlo. No se entiende si no por qué la delegación de Salud decidió a primeros de 2010 no dar cifras sobre hospitalizados por gripe A y mucho menos de los fallecidos a causa del nuevo virus. Las tasas de afectados en la Comunidad Autónoma eran los únicos datos que manejaban de forma oficial los medios de comunicación. Unos medios que si bien sirvieron inicialmente a las autoridades sanitarias de canal rápido, directo y barato para formar a los ciudadanos se convirtieron después en agentes molestos que cuestionaban las acciones sanitarias y políticas.

Vacuna sí o vacuna no se convirtió en dilema para miles de ciudadanos que no tenían claro si eran o no población de riesgo. Y es que, si bien se aconsejó su administración entre los enfermos crónicos, las embarazadas, el personal sanitario y de seguridad, la duda se alimentaba con comunicaciones sobre fallecidos sin patologías previas conocidas. Unas informaciones que no contaban con la opinión contrastada de las autoridades sanitarias que, pasados los primeros meses, optaron por dar la callada por respuesta, y sólo querían hablar de la buena sintonía política alcanzada entre administraciones y de la rapidez y “eficacia” de su actuación cuando, en realidad, fue el propio comportamiento del virus el que salvó la crisis. Por lo pronto, la gripe A se llevó millones de euros sólo en los 37 millones de vacunas reservadas por el Ministerio de Sanidad. Cantidad a la que hay que sumar protocolos de actuación en empresas, formación exprés para sanitarios, teléfonos de respuesta rápida 24 horas y estrategias entre autoridades sanitarias y educativas.

Precisamente, la educación es una de las herramientas más eficaces para combatir una pandemia, sobre todo, la del miedo. Pero, una vez superada la crisis, las autoridades han olvidado los buenos propósitos y a día de hoy apenas nadie recuerda los buenos hábitos sanitarios que sirven de barrera frente al contagio de una enfermedad.

La situación era bien distinta hace apenas un año cuando el gigantesco temor al estornudo contagió al planeta. El miedo se apoderó de los ciudadanos, que evitaban estrechar la mano o dar un beso para saludar. Se aconsejó lavarse las manos con frecuencia y los profesores observaban con atención a sus alumnos ante cualquier señal de gripe, mientras que las empresas planeaban protocolos que evitaran un parón de la actividad ante la temida pandemia que, al final, no fue para tanto.

Desde abril de 2009 y durante todo 2010, los almerienses afectados por la gripe A fueron aproximadamente unos 18.000, es decir, el 3% de la población, mientras que la tasa de mortalidad fue del 1,07 por cada cien mil habitantes. Habrían sido, entonces, siete las personas fallecidas a causa del H1N1 en la provincia. Una cifra que, si bien fue publicada en algún periódico, no fue confirmada en ningún momento por las autoridades que sólo dieron datos de las tres primeras.

La franja de edad más afectada por el virus correspondió a la de los 5 a los 14 años de edad y de 0 a 4 años. Mientras que el mes en el que se presentó un mayor número de casos de gripe A fue el de noviembre de 2009, con 380 afectados por cada 100.000 habitantes.

La mayoría de las personas que fueron ingresadas en el hospital o fallecieron tenían algún factor de riesgo. Los casos más frecuentes fueron personas con patologías pulmonares, asma, bronquitis, fumadores, personas con problemas de inmunidad o con obesidad mórbida. Aún así, sólo se administraron 21.000 vacunas de las 50.000 dosis reservadas para la provincia en una primera remesa, que no hizo falta reponer.

La letalidad de la gripe A fue menor de lo esperado y los peores presagios nunca llegaron gracias al trabajo “coordinado y rápido” de Salud y otras instituciones como ayuntamientos, asociaciones de empresarios o la delegación de Educación. La situación exigió trabajar de una manera muy coordinada y se dio una “muy buena respuesta”, aseguraron las autoridades sanitarias, satisfechas de contar con una base para poder responder a futuros problemas de salud pública.

El factor información y también el relativo a la formación del ciudadano continúan en el aire. ¿Por qué esperar a una crisis como la de la gripe A para ofrecer educación sanitaria?, ¿por qué evitar algunas respuestas y bombardear con otras más políticamente correctas? Siempre queda la duda sobre si el no informar responde a la pereza del gabinete de turno o al hecho de que algunos de nuestros políticos entiendan que la población, los ciudadanos de a pie, en general, no estamos preparados para comprender determinadas actuaciones. Si eso fuera cierto, ¿por qué alimentar esa supuesta ignorancia y no trabajar desde ya para que todos tengamos una base mínima de comprensión sanitaria que evite andar con secretismos? ¿Y si no fuéramos tan ignorantes como se nos presupone? Quizá sea mejor callar para no tener que responder a preguntas como por qué el virus también mató a personas sin patologías previas, o por qué los propios sanitarios rechazaron masivamente una vacuna que se vendía como tabla salvadora. De cualquier manera, el virus sigue rondando y también mutando, así que más nos vale ser limpios, optar por lo sano y educar a otros para que así lo hagan.
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Este artículo fue publicado originalmente en el Anuario Crítico de Almería 2011, en la sección Sociedad y Cultura
Palabras clave de este artículo: Gripe  |  epidemia  |  vacunas  |  andalucia


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