Incordiamos. Inquietamos. Molestamos… Y preguntamos. Somos unos insolentes, otros impertinentes, y la mayoría, además, insolventes. Por eso, para algunos, es fácil ponernos entre la espada y la pared. 

Aparentemente. 

¿A cuántos de nosotros no nos ha pasado? Al otro lado del teléfono, el alcalde, el concejal, el diputado, el empresario, lanzándonos quejas y diatribas por esta y aquella información. La mayoría de veces, acaba en eso, en una conversación telefónica desagradable y en malas caras en las siguientes ruedas de prensa. Pero en otras, el asunto llega más lejos.

Ha ocurrido en estas mismas páginas. Dos artículos de opinión publicados en otros medios, y bajo la estricta autoridad de sus autores, provocaron la retirada de publicidad del Anuario de un muy, muy importante Ayuntamiento. El motivo, las críticas que se vertían contra un concejal que había sido condenado por un Juzgado por cometer un delito. 

El dinero (o mejor dicho, su ausencia), suele ser un arma poderosamente esgrimida contra los periodistas y, sobre todo, contra los medios. Una forma sutil y velada forma de amenaza que, desgraciadamente, suele convertirse en realidad en forma de censura y autocensura. 

No siempre ocurre, claro. El Anuario salió adelante, sin aquella publicidad, lo mismo que siguió adelante Almería Actualidad hace pocos meses con el órdago que intentó lanzarle la Unión Deportiva Almería. 

La plantilla se sintió molesta por las opiniones; repito opiniones que dos de sus periodistas, Francisco Guerrero y Raúl Piñero, estaban escribiendo sobre el juego del equipo. Algunos jugadores se negaron a darles declaraciones. Después, el Club “sugirió” al periódico que cambiase a los dos periodistas por otros, bajo la amenaza de retirarles la acreditación. Naturalmente, el periódico, con su director Antonio Lao a la cabeza, se negó a aceptar el envite. Mantuvo a los periodistas en su puesto y anunció que, sin problemas, comprarían abonos para entrar en los partidos… 

Al Club le llovieron las críticas, empezando por la propia Asociación de la Prensa, que respaldó a los profesionales y al medio. 

La sangre no llegó al río y días más tarde, la Unión Deportiva Almería emitió un comunicado asegurando que ellos no vetaban a nadie… Eso sí, el asunto tiene segunda parte, que se verá en unos meses, porque algunos jugadores han llevado a los dos periodistas ante los Juzgados, por un supuesto delito de calumnias. 

Precisamente, los Tribunales se han convertido en la amenaza más seria y peliaguda a que se enfrentan los periodistas de nuestra tierra en los últimos meses. 

Varios periodistas publicaron la posible intermediación del empresario Luis Montoya (al que se deben, entre otras cosas, el cierre de la edición del Mundo Almería y del Diario de Almería) para que el Ayuntamiento de Almería adjudicase a la empresa FCC el mantenimiento de los edificios municipales de la ciudad. Aquella información provocó la reacción inmediata de la oposición en el consistorio… Y también que Montoya denunciase a tres periodistas (aunque fueron más los que lo publicaron) y al concejal de IU Diego Cervantes por injurias y calumnias. Es una de las pocas veces en que periodistas y políticos han sido denunciados al mismo tiempo, las unas por informar, el otro, por dar su opinión política. El caso fue archivado y sobreseído hace pocos meses. 

Más grave ha sido otra denuncia sobre la que todavía no hay fecha de juicio. Rafael Martos, director del gratuito Diario De Almería, publicó la adjudicación de varias obras deportivas (entre ellas, la piscina de Berja) por parte de la Junta a la empresa Climo Cubiertas, de la que supuestamente es accionista un hermano de Manuel Chaves. Fue denunciado, por la vía penal, por un delito de injurias y calumnias.

El Juzgado impuso una medida sin precedentes: una fianza previa, antes de la celebración del juicio de, nada menos que 200.000 euros para el periodista y 120.000 para el periódico. La fianza, que evidentemente no puede pagar el periodista, de momento no se ha hecho efectiva. Pero quizás si haya sido una de las puntillas al Diario, que fue vendido rápidamente y que en pocos meses echó el cierre. 

Curiosamente, el periodista se encuentra en una situación paradójica: la empresa que le respaldaba ha desaparecido. Incluso, se enteró por el propio Juzgado de que su abogado, que era el de la propia empresa, había dejado de ser su representante legal. Y eso que, pocos días después de la publicación de la noticia, en el mismo espacio y con la misma importancia, el periódico recogió el derecho de rectificación del hermano del presidente. 

Y más curioso todavía es que, por los mismos motivos, exactamente por la misma publicación, también se interpuso una querella contra el diario El Mundo. Fueron denunciados periodistas de Almería y de Sevilla, que retomaron el caso tras el cierre de la edición local almeriense. Curioso, porque un Juzgado de Sevilla ha archivado la querella, argumentando que  en los artículos “puede haber inexactitudes a la hora de analizar los hechos, pero no por ello pueden ser calificados de inveraces… y puede decirse que tales informaciones pueden ser consideradas de interés general”. 

Interés general. Derecho a una información libre y veraz, tal y como recoge nuestra Constitución. Respetando, siempre, el derecho al honor y a la propia imagen. Respetando, en definitiva, la Ley.

Algo que no siempre entienden bien los protagonistas de nuestras informaciones y que son, eso, cargos públicos que llevan implícita en su elección la crítica y el derecho, legítimo, a cuestionarnos su labor. 

Esa es otra moda peligrosa. La aberración de ruedas de prensa y comparecencias sin preguntas. Lo hemos visto con Mariano Rajoy, por ejemplo, en las últimas elecciones. Fue un “vidi, vini, vinci”. Llegó el líder del PP a la provincia. Apretó manos, besó niños, visitó un taller de mujeres… Rodeado de periodistas, cámaras y micrófonos silenciados. Porque en ningún momento pudimos abrir el pico. Es más, cómodamente sentados en nuestras redacciones, recibimos vía satélite, su intervención en un mitín. Nos enviaron, por supuesto, las palabras exactas que querían que emitiésemos… Una moda, ya digo, que se quiere imponer últimamente. Más de andar por casa, nos empiezan a enviar “cortes”  y “totales” de tal o cual político en su intervención… ¡Que acaba de hacer en el despacho de al lado!

Y ante todo esto, lo único que podemos hacer, lo único que nos queda, es seguir levantando la mano y preguntar. Seguir siendo molestos, incisivos; incordiantes, sin dejar que nos callen la voz. Seguir siendo periodistas libres.