La Portada está fundamentada en dos elementos principales. Por un lado, un fondo de color negro reforzando la idea de ´Año Negro de la Prensa de Almería´, en cuyo conjunto se pueden leer algunas de las muchas circunstancias que ha tenido que sufrir el colectivo en el 2008. Por otro lado, la imagen procura representar la presión que sufren los informadores por parte de diversos sectores, y la precariedad laboral de muchos de los periodistas. 

En la fotografía, se representa a un profesional almeriense intentando realizar su trabajo, con los bolsillos sacados simbolizando ruina y las carencias que sufre en su puesto de trabajo. También hay dos hombres de corbata que simbolizan los grupos de presión. Éstos tienen los bolsillos llenos de dinero y, por ello, tiran de los brazos del periodista para manipular a su antojo la información que ha de salir publicada en el medio que ampara al periodista. 

* Joaquín Navarro, autor de la portada del `Anuario Crítico de Almería 2009´, trabajó como diseñador y maquetador en el desaparecido `Diario de Almería´, uno de los medios almerienses (junto con `El Director Económico´y `El Mundo Almería´) que cerró durante 2008. Situación que queda reflejada en la página principal de esta publicación.



Índice de esta sección

La tarea de que El Puche sea un barrio de la ciudad


  

Josefina Guerrero


Todo controlado


  

Mar Panizo Jiménez


Un legado de lo más deteriorado


  

Mar Díez


Para gustos, colores...


  

Miguel Cárceles


El Toyo: presente continuo, futuro imperfecto


  

Miguel Martín


Hasta otra, Foster


  

Marta Soler


El plan Urban, un balón de oxígeno para el casco antiguo


  

Lola López


A la espera de los accesos del siglo XXI


  

Ana Galera




Artículos de este autor

Todo controlado


2009 | Ciudad



Todo controlado


Sabia lo que era pasarlas canutas, como con la huelga de la basura del 2005, pero no se imaginaba que en la Feria del 2007 al perro flaco le picaran todas las pulgas. 

La escoba de plata les había dejado tirados por un amor de verano con un cepillo recogedor de tres pelos ralos. Las calles del centro se habían llenado de cuerpos garbanzosos y sudados en bañador, el ruido de los berridos que lanzaban los megáfonos entraba a cuchillo por las orejas y las vegijas, rebosantes de litronas, tinto y rebujito, salpicaban las esquinas.

El centro de la capital se había convertido en el templo del botellón con horario continuado para la peña. Del mediodía a la noche, sus devotos no daban tregua a la mierda, al ruido y al mal gusto.

Por eso, cuando explotó el cohete que despedía las fiestas y feria del 2007 y con el zumbido de la oposición hablando de mala gestión, el Alcalde de Almería, Luís Rogelio Rodríguez Comendador, se agarró a quienes nunca le habían fallado: la Virgen del Mar y el Santo Señor del Tango y se juró que “Almería nunca volvería a dar esa imagen”. 

Con el 2008, empezaron los globos sonda. Primero, fue el posible traslado de la feria del mediodía al nuevo recinto ferial que se ubicaría en el parque del Andarax, luego que éste recinto no estaría terminado hasta el año 2010 y por fin, el 16 de Abril, el Ayuntamiento, a través de la Concejala de Cultura, Lola de Haro, avisaba que era necesario cambiar el modelo de la Feria y que ello podría suponer reducir la feria del medio día de siete a cinco días y la de la noche de diez a siete. 

Los hosteleros, con la Asociación Provincial de Hosteleria de Almería (Ashal) a la cabeza plantaron cara a la propuesta. Estaban de acuerdo en que había que tomar medidas para evitar el desmadre del año anterior y erradicar el botellón, que además venían denunciando desde el 2004, pero no estaban dispuestos a asumir las “culpas de una gestión ineficaz”. 

El 25 de Abril los portavoces de los tres grupos mayoritarios del Ayuntamiento, PP, PSOE y GIAL, consensuaban su propuesta de feria: Reducción a 8 días tanto de la Feria de mediodía como la de la noche, de sábado a sábado; sin ambigús, con limitación del horario de cierre y prohibición del botellón, entre otros.

Ahora quedaba trasladarla a los empresarios hosteleros, un colectivo cohesionado y duro a la hora de negociar, y al resto de colectivos que viven y participan de la semana grande de la capital.  

A los feriantes de la noche no les hizo ninguna gracia el recorte de dos días y menos el impacto en su caja registradora. Cacharricos como, es un poner, “Los ratones vacilones” o “La cárcel” podrían perder unos 6.000 euros; y unos 3.600, esos puestos de comida con nombre de coplilla popular como los “pinchos del moro” o “La tere con su tartana que vende bocadillos como le da la gana”.

Durante un mes largo, se desarrollaron las negociaciones entre el Ayuntamiento y Ashal sobre el modelo de feria del mediodía. Mientras, los comentarios se sucedían. Teles, tertulias radiofónicas y periódicos animaban a todo cristo a opinar sobre la Feria. Los más flamencos apostaban por toldos de lunares, los entendidos musicales sugerían un concurso de diyeis feria de Almería con Manolo Escobar y Bisbal en versión chill out para chiringuitos, los despepitados optaban por vestimenta tanga para cuerpos encendidos y los vecinos del centro y de la Avenida Mediterráneo, hartos de tanto ruido, solicitaban tapones de cera o unas vacaciones en el Polo con los pingüinos que son animales silenciosos y muy limpios. Incluso opinaron los que nunca iban a la Feria, teniendo en cuenta su conocimiento de causa.

Por fin, el 6 de junio de 2008, Ayuntamiento y Ashal anunciaban un acuerdo válido para tres años. Básicamente, la Feria del Mediodía sería de domingo a sábado; tendría menos ambigús, acotados, con vigilancia y manteniendo la misma estructura y la misma música; mejorando la higiene y reforzando la seguridad. 

Y llego la Feria del 2008. Los hosteleros regalaron camisetas y abanicos para promover la buena conducta, el decoro y la vestimenta; los primos asturianos y gorrones de mi madre tuvieron su “afoto”en el periódico, ensanchamos carnalidades con sabrosas tapas y maldijimos la jodida manía que tienen ahora los feriantes de regalar peces de colores.

Cuando acabó hubo opiniones encontradas. Unos culparon al Ayuntamiento de excederse con las medidas de control y seguridad y otros las aplaudieron. 

No es de extrañar que en la soledad de sus pensamientos, el Alcalde de Almería guiñara un ojo al perrito piloto. Porque bien mirado, por mucho turista y muchas normas que se pongan, qué seria de la Feria de Almería sin la Virgen del Mar, las tapas del mediodía y la merienda del cuarto toro de la tarde.

 

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Este artículo fue publicado originalmente en el Anuario Crítico de Almería 2009, en la sección Ciudad


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