La Portada está fundamentada en dos elementos principales. Por un lado, un fondo de color negro reforzando la idea de ´Año Negro de la Prensa de Almería´, en cuyo conjunto se pueden leer algunas de las muchas circunstancias que ha tenido que sufrir el colectivo en el 2008. Por otro lado, la imagen procura representar la presión que sufren los informadores por parte de diversos sectores, y la precariedad laboral de muchos de los periodistas. 

En la fotografía, se representa a un profesional almeriense intentando realizar su trabajo, con los bolsillos sacados simbolizando ruina y las carencias que sufre en su puesto de trabajo. También hay dos hombres de corbata que simbolizan los grupos de presión. Éstos tienen los bolsillos llenos de dinero y, por ello, tiran de los brazos del periodista para manipular a su antojo la información que ha de salir publicada en el medio que ampara al periodista. 

* Joaquín Navarro, autor de la portada del `Anuario Crítico de Almería 2009´, trabajó como diseñador y maquetador en el desaparecido `Diario de Almería´, uno de los medios almerienses (junto con `El Director Económico´y `El Mundo Almería´) que cerró durante 2008. Situación que queda reflejada en la página principal de esta publicación.



Índice de esta sección

El annus horribilis del Hospital de Poniente


  

Almudena Fernández Villegas


Almería también tiene banlieues


  

Antonia Sánchez Villanueva


Receta contra las agresiones médicas


  

Sonia Arráez Fernández


Vícitmas por partida doble


  

María José Uroz


La vuelta a casa tras 10 años de exilio


  

María del Mar Carrillo


De las miserias compartidas


  

Javier Pajarón


Juanma necesita ayuda


  

Noelia Mengíbar


Torrecárdenas: 25 años de cara y cruz


  

María Medina


Jugar a los médicos


  

Francisco Molina


Estrategia a la deriva


  

Noelia Lázaro




Artículos de este autor

Vícitmas por partida doble


2009 | Sociedad



La brecha sanitaria


2008 | Análisis y Reflexión



Vícitmas por partida doble


“Tiré a mi bebé porque estaba y sola y no tenía ni un céntimo para mantenerlo. Tuve miedo de no poder hacerme cargo de él y la única salida que tenía a mi alcance fue tirarlo a un contendor para olvidarme del problema” confesó ante la policía, con la voz desagarrada por el dolor y sin parar de llorar, una menor que fue detenida y trasladada a un centro de menores de Cádiz acusada de un delito de homicidio en grado de tentativa. El 2008 comenzó empañado por la crónica de sucesos. Quizá con aquellos hechos que más llegan al corazón del lector y que tienen que ver con bebés de apenas unas horas de vida. El día 2 de enero una madre fue capaz de protagonizar el más horrible gesto que podría tener con su hijo. Lo tiró en un contenedor para quitarle la vida después de habérsela dado tres días antes en el hospital. Una vecina alertada por lo que parecía ser el llanto de un niño, trató de averiguar de dónde procedía. Al no hallarlo en la acera, abrió uno de los contenedores de basura de Carretera de Ronda y allí lo encontró. La mujer lo protegió del frío hasta que llegó una patrulla del Cuerpo Nacional de Policía y un equipo del Servicio Sanitario de Emergencias, que se hizo cargo de él. Siete días después, una menor de nacionalidad rumana fue detenida como autora del delito. La colaboración del Servicio de Enfermería de Torrecárdenas fue crucial a la hora de localizarla, en el municipio de Campohermoso, donde confesó a los agentes que lo hizo “por miedo a la soledad y por falta de recursos. Salí del hospital y no tenía ni siquiera fuerzas para pedir dinero y comprar leche. Pero antes de dejarlo me quedé con una foto suya. Nos fotografiamos en el fotomatón de la estación de autobuses porque no quería olvidar su cara”.  El escalofriante testimonio conmovió a los agentes que no daban crédito a lo que escuchaban. Cuando aún no había sido localizada la madre del pequeño, más de cien parejas ya eran candidatas a hacerse cargo del recién nacido. 

Si parecía algo insólito y difícil de que volviera a repetirse, la sociedad almeriense volvió a conmoverse sólo 30 días más tarde con un caso similar. Otro abandono de un bebé volvió a llenar las portadas de los periódicos. Un joven de 20 años encontró a una recién nacida en una bolsa de basura, envuelta en una manta de hospital, y tirada en el suelo al lado de un contenedor en la plaza Masnou de la capital. Tenía dos días de vida y José María Salinas le salvó la vida en un golpe de casualidad. Cuando iba a tomar café con una migo, pasó por el lado de unos contenedores. Miró hacia el suelo y creyó ver una muñeca. Sin embargo, volvió a mirar y vio que se movía. No era una muñeca, sino un bebé al que no dudó un momento en arropar con la mayor delicadeza. “En mi vida había cogido a un bebé en brazos, pero en ese instante no me lo pensé. Supe que tenía que cogerlo y que me necesitaba, que su vida dependía de mi valentía”, repetía una y otra vez el joven con los ojos llenos de lágrimas de emoción.  Dos días más tarde, la Policía Nacional localizó a la madre de la pequeña que quedó detenida de inmediato junto a una hermana que la acompañaba. Ambas, de origen marroquí, ingresaron en prisión acusadas de un presunto delito de asesinato en grado de tentativa. 

La fortaleza de los bebés y el arrojo de los ciudadanos salvaron la vida a aquellos seres indefensos que fueron abandonados a su suerte en medio de una situación de calamidades, pobreza y desinformación. Sin embargo, otros no corrieron la misma suerte y esta vez la casualidad no tuvo un final feliz. Seis meses más tarde, el 6 de marzo, dos niños hallaron el cadáver de un bebé, de pocas horas de vida, en el interior de una mochila cuando jugaban en Vera una balsa de riego vacía. Los menores hallaron una bolsa roja, les picó la curiosidad y al abrirla encontraron al bebé envuelto en una sudadera y varias prendas de ropa. Asustados, comenzaron a gritar de tal forma que los trabajadores que realizaban una obra en un edificio aledaño dejaron las herramientas de inmediato y corrieron a ver que ocurría. Por la dureza y de los gritos pensaron que había ocurrido algún accidente grave, pero al llegar vieron el cadáver, aún con el cordón umbilical, que sobresalía de la mochila tirada en el suelo. Tras meses de investigación, pese a que se barajaba la hipótesis de que podría haber sido abandonado por la madre, de nacionalidad sudamericana, el caso aún no está cerrado.

Paradójicamente, el año se cerró con otro asunto de máxima audiencia en Almería, y en el que una vez más la víctima volvió a ser un menor de edad. Tras doce años de aplazamientos judiciales, M. R. A. fue condenada a ocho años de prisión por asesinar a patadas a un bebé de 14 meses en una guardería ilegal de El Ejido. Un jurado popular la consideró culpable y la sentencia del juez ponía fin doce largos años de incertidumbre sobre qué ocurrió aquel día y qué le quitó la vida al pequeño.

Si pensábamos que lo más horrible que podía hacer una madre con su hijo era quitarle la vida de la forma más cobarde, a escondidas y abandonándolo hasta encontrar la muerte al lado de cientos de kilos de basura, aún queda un caso que también saltó a la opinión pública por la dureza de los testimonios. No se trata de un bebé abandonado, pero sí de un menor que muchos han descrito como “una víctima por partida doble”. En el mes de marzo los almerienses veíamos aparecer en diversos medios de comunicación a la madre de un menor que se dedicó a ir de periódico en periódico y de micrófono en micrófono para relatar los abusos sexuales que sufrió su hijo por parte de varios compañeros del colegio. Unos medios se hicieron eco del suceso y otros optaron por salvaguardar el derecho a la intimidad del menor que, aunque nunca apareció directamente en la prensa, fue perfectamente retratado.

Si prohibir y limitar el ejercicio de un derecho resulta complejo en una sociedad democrática, aún lo es más cuando se trata de la libertad de expresión. Los medios de comunicación son un fiel reflejo de las reglas de mercado que rigen la sociedad y han demostrado en numerosas ocasiones su poca inclinación a adquirir compromisos deontológicos que puedan, a la postre, obstaculizar el acceso a cuotas de audiencia. Una circunstancia que produce un efecto contradictorio, de manera que, lejos de ser eficaz, se termina convirtiendo en un trampolín de noticias de interés de las que salen aún más perjudicadas las víctimas.

Los niños son un grupo social muy vulnerable y, por tanto, deben ser protegidos con criterios claros y coherentes, constitucionales y legales. La opinión pública y las empresas mediáticas deben comprender dónde y por qué se establecen estos límites. No se trata de ocultar la realidad, sino de salvaguardar la imagen del menor para no ser presentado como una víctima bajo la cuerda del morbo, como podría valorarse el hecho de que la madre de este menor llegó a recrear lo ocurrido en el mismo escenario donde sucedieron los hechos para ser captado por las cámaras. ¿Se violó la intimidad del menor por consentimiento expreso de su tutora y la autorización de los medios de comunicación? ¿Hasta qué punto esto es legal, a pesar de que fue la madre del menor la que propició la noticia?

Como anunció recientemente el Defensor del Pueblo de Andalucía, a raíz del caso Marta del Castillo, “es necesario recordar que el interés superior de los menores tiene que quedar absolutamente protegido más allá de la aparente conformidad de progenitores o personas mayores que asisten, cuando no propician, las invitaciones a realizar intervenciones públicas”. Y es que por encima de un lógico ejercicio de competencia informativa no debe ser motivo de publicidad la identidad, la imagen y demás datos personales de este colectivo. Su inadecuada utilización supone vulnerar el ámbito de sus derechos y así se refleja en el artículo 20.4 de la Constitución Española que establece los límites de la libertad de expresión cuando entran en colisión con otros derechos como el honor, la intimidad, la propia imagen o la protección de la infancia.

 

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Este artículo fue publicado originalmente en el Anuario Crítico de Almería 2009, en la sección Sociedad


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