Portada diseñada por Quinita Villacampa. Obra finalista del certamen de obra gráfica "Día de la libertad de Prensa". 

La Asociación de la Prensa y la Escuela de Arte, convocaron el I Concurso de Obra Gráfica. El requisito imprescindible fue que todas las obras estuviesen inspiradas en el artículo 20 de la Constitución. La portada de este Anuario, finalista de dicho certamen, representa un ratón de ordenador arrastrado por una cadena de grandes dimensiones.



Índice de esta sección

Perro come perro


  

José María Jiménez


Un plan muy poco serio


  

Javier Martínez de la Horra


La era de los grandes


  

Mari Carmen Cerezuela


La crisis que viene


  

Antonio Fernández


Los verdes billetes verdes


  

David Uclés Aguilera


El paraíso olvidado


  

Eduardo D. Vicente


Que las piedras dejen ver la montaña


  

Javier Martínez


La Universidad sosegada, más jefes que indios


  

Antonio J. Rojas Tejada


Contra las cuerdas


  

Inmaculada Ramos


Butacas para todos


  

Kartyon


La presión urbanística transforma el paisaje del Levante


  

Manuel León




Artículos de este autor

No hay mal que por bien no venga


2009 | Urbanismo y medio ambiente



La crisis que viene


2008 | Crítica y Opinión



Algarrobico y Macenas, símbolos del urbanismo menos querido


2007 | Economía



Cajamar. Vía libre al futuro


2007 | Economía



La crisis que pagamos


2011 | Economía y Agricultura



Agricultura: las razones para sobrevivir a la peor crisis de este siglo


2013 | 



La crisis que viene


 

Dicen de los economistas que son aquellos profesionales capaces de explicar lo que ya ha ocurrido, pero incapaces de saber lo que ocurrirá en el devenir económico, Claro que probablemente ese desdén hacia ellos proceda de los que no quieren ver la realidad, si ésta no les beneficia. Hay en Almería un grupo de "estudiosos" a los que profeso gran respeto y que, sistemáticamente, aciertan con sus predicciones. Viven dedicados al análisis en servicios de estudios y/o Universidad y tienen un conocimiento profundo del modelo económico porque han pasado por casi todas las "guerras".

Ese grupo de estudiosos, cuyos nombres y apellidos están en la mente de todos (Molina, Uclés, Cortés, García y otros) con frecuencia insultante han sido despreciados por el poder establecido, ya sea en forma de empresarios de los más diversos sectores o políticos poco proclives a aceptar que las cosas no pueden ir siempre bien, si ello afecta a sus intereses electorales.

Pero la realidad es tozuda y después de un largo ciclo alcista, la provincia empieza a ver decaer su buena estrella. La agricultura atraviesa dificultades, el mármol le ve de nuevo las orejas al lobo, la construcción y sus sectores adyacentes (inmobiliario, suministros, industrial...) vieron cambiar su ciclo de crecimiento imparable el año pasado, y el comercio se resiente de una recesión que estaba larvada, pero que ya ha dado sus primeras manifestaciones, claras y meridianas.

Aunque el año 2007 empezó con más luces que sombras y los primeros meses permitieron pensar en que la provincia soslayaría de nuevo una situación general complicada, como ya hiciera en la que se produjo cuando la Guerra del Golfo estaba en todo su apogeo, el paso de los meses empezó a dejar claro que la marcha de la economía no podía seguir el ritmo de años precedentes. La licitación de viviendas, en el primer trimestre del año, bajaba en torno al 68 por ciento, aunque las licencias de obras demostraban que seguían haciéndose tantas o más viviendas que en años anteriores. Era el anuncio de lo que vendría después, porque ese descenso de visados significaba claramente que se construiría menos a la vuelta de unos meses.

El gran motor de la economía provincial de los cinco últimos años, la construcción, empezaba a dar los primeros síntomas de lo que finalmente se hacía realidad, es decir un brusco descenso en el número de viviendas iniciadas, una ralentización de los precios que no se conocía desde al menos diez años atrás, y un alargamiento paulatino pero imparable de los tiempos de venta de las viviendas que salían al mercado. A finales de año casi dejaban de existir aquellas promociones que apenas uno o dos años atrás se vendían al completo sobre plano. Al concluir 2007 las promotoras tenían miles de viviendas en cartera para vender, pero ya no encontraban aquella demanda de antaño que se las quitaba de las manos.

Los efectos de esa desaceleración en el sector de la construcción no han tardado en reflejarse además en las estadísticas oficiales del desempleo. Si durante años el empleo había crecido de una forma sistemática y acelerada en el sector de la construcción, en los tres últimos meses de 2007 ya no sólo se detenía esa progresión, sino que desde las oficinas del SAE (antiguo INEM) llegaban los primeros datos de incremento del desempleo. Se trata además de uno de esos sectores que los analistas definen como especulativos, ya que emplean de forma intensiva mano de obra en los momentos de alta actividad, pero se desprenden rápidamente de ella en cuanto desciende el volumen de negocio o de actividad. A esos efectos, se trata de un sector mínimemente sostenible desde el punto de vista del empleo.

Los propios empresarios ya han reconocido la existencia de una desaceleración que puede ir a más, y se muchos de los "históricos" se quejan de que a la construcción han llegado un sinfín de empresarios de nuevo cuño, atraidos por las altas rentabilidades de estos años atrás, pero que están lejos de poder ser considerados auténticos “profesionales” del ladrillo. Una de las conclusiones de la Mesa de la Construcción del Foro Almería 2025 puesto en marcha por Asempal apunta precisamente a ese “intrusismo” que ha hecho promotores y constructores a numerosos empresarios procedentes de otros sectores que, a la llamada del dinero fácil, han competido con las empresas más asentadas e incluso han multiplicado los efectos de una especulación del suelo e inmobiliaria que al final ha arrastrado los precios a niveles inasequibles para la mayoría de los ciudadanos.

El “remate” a esa situación llegaba de la mano del Banco Central Europeo, con la elevación progresiva pero constante de los tipos de interés. Con vivienda cara, los intereses baratos eran el refugio de miles de compradores que confiaban en multiplicar su inversión o en soportar con cierta facilidad las cuotas mensuales de las hipotecas. Con intereses al alza esas cuotas han ido subiendo hasta colocarse poco a poco en niveles que cada vez estrangulan un poco más las maltrechas economías familiares. Es el inicio de los verdaderos problemas en el sector.

La “puntilla” final la proporcionaba esa famosa crisis de las “subprime” americanas, las hipotecas de alto riesgo firmadas como churros en Estados Unidos con compradores no demasiado solventes. Confiados en que la vivienda “es lo último que se deja de pagar”, apostaron al riesgo, pero los intereses y la inestabilidad de ese mercado acabó por provocar un estallido, moderado pero estallido, de las subprimes americanas. El efecto en Europa no se ha hecho esperar, y bancos y cajas han endurecido las condiciones para la concesión de nuevas hipotecas. En el caso de Almería ese endurecimiento ha llegado tanto para los compradores como para los promotores, privados ahora en gran medida de préstamos que les permiten desarrollar sus proyectos a la espera de vender las primeras unidades construidas.

Sin duda la crisis en la construcción está afectando y afectará al resto de los sectores, en especial al del mármol, con una fuerte vinculación con el dinamismo del sector inmobiliario, por razones obvias. Pero junto a estos dos estará también el turismo, y en especial ese segmento residencial en el que los promotores habían depositado tanta confianza como para augurar que en unos pocos años la provincia pasaría del millón de habitantes. Y finalmente el conjunto de los sectores, porque la desaceleración implica una retención en el consumo que afectará al comercio, a la venta de automóviles o al consumo doméstico.

No son, sin duda, buenas noticias, pero aún peores considero las que se refieren al nivel de los empresarios de la provincia. Encuestados por la Cámara de Comercio, casi el noventa por ciento de ellos consideraba que no necesitaba formación adicional, respuesta que en sí misma refleja la autocomplacencia de la clase empresarial de una provincia que no destaca especialmente por la preparación y cualificación de sus dirigentes. Pero es que en aquellos casos en los que, casi a regañadientes, aceptaban que alguna formación sí que sería necesaria, el primero de los criterios a la hora de elegirla (de entre un ramillete que planteaba los programas, la calidad de los enseñantes, la adecuación a su sector), la mayor parte de los empresarios eligen como primer criterio que “esté cerca”. El segundo, como cabía esperar, es que sea barato.

Todo lo expuesto me lleva inevitablemente a la duda de si los almerienses estamos preparados para abordar con garantías una nueva etapa que está por definir. Aceptando que los sectores clásicos precisan el apoyo de nuevos estímulos, de nuevos “nichos” productivos, las nuevas tecnologías, la biotecnología, las energías renovables o el turismo activo se vislumbran como algunos de esos nuevos sectores emergentes. El problema es que, salvo muy honrosas excepciones, no parece que nuestro tejido empresarial esté preparado para abordar los nuevos retos y, de nuevo, la provincia pasará a depender de inversores e inversiones ajenas que, las más de las veces, sólo colonizan económicamente el territorio, sin un reflejo adecuado en el entramado social ni un beneficio paralelo para los almerienses.

Por supuesto, como todo buen balance que no incluye un exceso de optimismo, espero estar equivocado y, ya de paso, espero que la inversión en conocimiento que se ha realizado en los últimos años, aunque menor de lo que cabía esperar, de resultados y sirva para que los almerienses podamos seguir siendo los dueños de nuestro propio destino, al menos en lo económico, que no es poco. Esta última etapa de nuestra historia, la más próspera sin duda, ha estado capitaneada casi por primera vez, por los propios almerienses, que se dejaron la piel extrayendo la piedra, se quemaron en los invernaderos en familia y construyeron el bienestar actual. Las etapas en las que fueron los que llegaron de fuera los instigadores de la economía, dejaron tan escaso beneficio que no es deseable regresar a modelos del pasado.

 

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Este artículo fue publicado originalmente en el Anuario Crítico de Almería 2008, en la sección Crítica y Opinión


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