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2008 | Crítica y Opinión
Crónica entre zafreros
2007 | Sociedad
Crónica entre zafreros
El gran periodista y escritor Manu Lenguineche, comentaba hace poco en una entrevista que su trabajo como reportero por todo el mundo, con exilios voluntarios e involuntarios, le ha permitido según sus palabras, irse lejos, para estar más cerca, no solo de su persona sino de su país. Una afirmación con la que estoy totalmente de acuerdo, aunque los profesionales que hemos encaminado nuestra carrera por otros derroteros, como por ejemplo medios locales, estamos obligados a buscar otras técnicas para conocernos mejor y estar más cerca, sin la necesidad de tener que irnos muy lejos, hecho prácticamente imposible.
Por eso no podía salir de mi asombro cuando el medio para el que trabajo decidió enviar un equipo a Bolivia. Una apuesta arriesgada movida por la inquietud de conocer las historias de varios almerienses que han entregado su tiempo, trabajo y esfuerzo a este país andino, la segunda zona más pobre de Suramérica.
El hilo conductor de esta solidaridad se llama Guillermo Verdejo, quién además de ser cirujano del Hospital Torrecárdenas, es el vicepresidente de la ONG Médicus Mundi Andalucía, una organización que no solo brinda asistencia sanitaria, sino que también abandera proyectos educacionales en Bolivia.
Desde Almería han partido catorce contenedores con ayuda humanitaria, destinados principalmente al Hospital Hernández Vera, en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra. Nació como un pequeño consultorio para asistir partos, a día de hoy, y gracias a las donaciones de fuera cuenta con 110 camas. Allí reciclan muy bien el material obsoleto de complejos como el de Torrecárdenas, también es normal que los pacientes vistan la ropa de la Clínica Mediterráneo o del SAS. Por menos de dos euros y en la mayoría de las ocasiones de forma gratuita, dan asistencia sanitaria a toda persona cuyos recursos son muy escasos.
La Granja Escuela es otro de los proyectos de Medicus Mundi en Bolivia. En este centro más de 300 alumnos de origen extremadamente humilde pueden acceder a una formación académica y profesional. Gracias a la inquietud y el alto grado de compromiso del agricultor nijareño Francisco Ibáñez, se ha construido un invernadero, con el fin de que un país con una agricultura y ganadería de subsistencia, pueda aspirar a tener cultivos rentables, además, los productos obtenidos bajo plástico se destinan al consumo interno del centro. El caso de Francisco pone de manifiesto que con solo compartir los conocimientos adquiridos durante toda una vida, y con ganas muchas ganas, se puede ayudar a un país como Bolivia.
Pero sin duda la persona que lleva más tiempo colaborando con este pueblo es la vecina del barrio de Regiones, Carmen Casado, su inquietud le ha llevado a crear una biblioteca en Limoncito, un pequeño pueblo de Santa Cruz. Ella es la culpable de que todos los niños de esta zona posean libros de texto y de consulta españoles.
Otra realidad
Bolivia no solo es ese país presidido por el líder cocalero Evo Morales, (heredero de Fidel Castro y marioneta de Hugo Chávez), conocido por la más que demagógica Ley de nacionalización de hidrocarburos, y por sus esfuerzos para modificar La Constitucional y conseguir una carta magna que se adapte a las medidas de sus aspiraciones. Bolivia es mucho más, es su gente: casi 9 millones de personas, donde los indígenas aymaras y quechuas suponen los dos tercios de la población. Crisol de cultural ascentrales, con un nivel de analfabetismo alarmante y con un sistema sanitario totalmente deficitario.
Un pueblo que guarda historias descorazonadoras como la de los zafreros (trabajadores o jornaleros de la caña de azúcar). Fui testigo de la emigración masiva de cientos de familias desde sus zonas de origen hasta las provincias de Santa Cruz y Bermejo, para la cosecha de caña de azúcar que dura unos ocho meses.
El sistema de contratación provoca condiciones laborables deplorables que sumadas a la urgencia económica de las familias, ha permitido que niños, y adolescentes, se inserten en el trabajo de forma informal, poniendo en riesgo, no solo la asistencia a la escuela, sino su normal desarrollo psicosocial. Están expuestos a graves enfermedades por la desnutrición y por las precarias condiciones de vivienda, se apilan en campamentos improvisados donde no hay ni luz, ni agua potable y donde el techo de sus viviendas es de hoja de palmera.
En este contexto, bajo un sol de justicia y en plena zafra me dispuse a hacer la entrevista más difícil de mi vida, intenté que un joven zafrero me explicara en qué consistía su trabajo y en qué condiciones lo realizaba. Ante la evidencia de los hechos, la vergüenza y el orgullo lo superaron, orgullo ante una mujer que dirigía la conversación y lo miraba a los ojos y vergüenza por mostrar una realidad tan injusta. Sentimientos que también me embargaron a mí unidos a la impotencia.
No puede considerarse trabajo un viaje que tanto nos ha aportado en el plano laboral y sobre todo, personal. No puede ser trabajo esbozar una sonrisa de los niños zafreros con solo un abrazo, el trabajo es denunciar la situación que atraviesan gracias a que su gobierno ignora los dos pilares básicos sobre los que se sustenta un país: la educación y la sanidad.
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