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D´Amico, un nombre para las páginas de sucesos


2007 | Sociedad



D´Amico, un nombre para las páginas de sucesos


Giuseppe D´Amico, italiano afincado en Almería desde la década de los ochenta, relacionado con la Camorra italiana y protagonista de unos los episodios más extensos de la historia negra de la provincia fue asesinado en un cortijo de Pechina, el 17 de septiembre de 2006. La noticia saltó alrededor de las diez de la noche, pero a las siete y media de esa tarde una llamada ponía en jaque a la Guardia Civil y a los servicios de emergencias médicas. Habían matado a Giuseppe.

A sus 57 años, después de varios en prisión, había vuelto a Almería para montar una extensa red de negocios de hostelería, pubs y discotecas. La madrugada de ese domingo acudió con alguien al cortijo de un conocido. Le maniataron, torturaron y asesinaron. Pero nada se sabe sobre la autoría del crimen aunque los hay que establecen ciertos paralelismos entre éste, el caso de Asensio y de un tercero que no está muerto, pero sí desaparecido.

Su vida en Almería, su trayectoria, lo dicho y escrito sobre él en las secciones de sucesos, le convirtieron en un habitual para periodistas como José Ángel Pérez, Paco Flores y el que suscribe, es decir, la vieja escuela de unas secciones de sucesos en las que todo era casero, donde no había notas de prensa, sino soplos y muchas horas de escáner.

Un día como otro cualquiera para la sección de sucesos era tener presente a D´Amico. Pasar por la redacción, hablar de los temas pendientes, un par de donuts y un café. Un tiempo en el que contábamos más mentiras que verdades en esos encuentros matutinos, porque nadie sabía exactamente lo que iba a tener para escribir a partir del mediodía y los casos del día se comían, normalmente, todas las expectativas de investigación de cosas pendientes. Así, lo urgente solapaba lo importante. Como siempre. Días de sucesos en La Crónica, el periódico que levantó el caso D´Amico y al que consiguió ridiculizar anunciando en su portada, previo pago de publicidad, una gran fiesta en la que todo el mundo estaba invitado a todo. Aquello fue genial. Un tipo, empleado del italiano, contando billetes de mil pesetas en una mesa de la redacción para pagar el precio de la tarifa oficial.

Un día como otro cualquiera en unos tiempos donde no había móviles, -bueno el director tenía uno-, y eso quería decir que no había forma de tenerte localizado. Se trabajaba con más libertad, menos controlado y se invertía más tiempo en cada cosa.

Una de esas mañana, con Antonio Cañete, subcomisario de la vieja escuela y huérfano de la Policía. Era quien gestionaba el Gabinete de Prensa. Entrábamos por la puerta de atrás y ese día, uno cualquiera de un mes de octubre, creo, no quería que entrase en las dependencias, ocultaba algo y se le notaba a legua. Pero no tenía suerte, él digo, porque nada más entrar nos dimos de bruces con D´Amico. Según entrabas a la vieja oficina de denuncias girabas a la derecha y, tras una puerta, estaba la reja que daba al pasillo de los calabozos. Frente a ella estaban los ascensores y sólo me faltó subir con él hasta la planta en la que estaban Los Dragones, es decir, la Policía Judicial.

Le habían detenido. Había llegado una orden de detención desde Italia por causas pendientes que tenía con la justicia en ese país, pero también tenía asuntos en España. Aquel día fue el primero que hice un pacto. Le prometí al comisario, Antonio Martín, que no publicaría nada hasta que ellos me lo dijesen, pero todo salió mal. La Guardia Civil ya le había soplado a otro redactor de La Crónica que la Policía tenía detenido a D´Amico y la historia, al final, la contó otro.

¿Por qué les cuento todo esto? Porque es la historia de D´Amico, y muy parecida a la de Juan Asensio.  Más rumores que hechos. A todos nos contaban la historia de invernaderos con rampas que se elevaban automáticamente llevando hacia subterráneos en los que se almacenaba la droga que llegaba en lanchas rápidas. A los alijos les ponían nombre, “éste es de éste”, “este del otro”, pero nunca se demostraba nada y, como mucho, se detenía a los porteadores que dejaban la droga en la playa, en el punto de recogida en el que podía estar o no la furgoneta que debía recoger la carga. 

Si analizamos la historia contada en papel, fueron los medios de comunicación los únicos, como en muchos otros casos, los que hicieron frente a una situación que se daba a ciencia cierta, que la Policía y Guardia Civil te contaban sin ningún tipo de secretismo, pero que nunca pudieron demostrar.

Hechos, como tales, sólo podemos contar los relacionados con su detención a la salida del túnel de Bayanna. Dos coches, un montón de sicarios y armas de asalto que, seguro, no eran para cazar perdices. Decían, las fuentes policiales cercanas a la investigación, que iban a la caza de otro tan conocido como supuesto mafioso, con el que iban a ajustar cuentas de una vez por todas. Pero sólo se les detuvo por tenencia ilícita de armas.

Guiseppe D´Amico, nacido en Torre del Greco, Italia, fue detenido por su relación con la Camorra. Cumplió condenas en España y en Italia y, a los pocos años, volvió a aparecer con sus deportivos de gran cilindrada en Almería. Pasó de tener una discoteca en Aguadulce, H2o, a toda una cadena de pubs y discotecas en pleno centro de Almería.

D´Amico pasó desapercibido, salvo por su intensa actividad hostelera, durante los últimos años de su vida. 

Cuando asesinaron a Juan Asensio se volvió a hablar de Giuseppe, como su eterno enemigo, pero tampoco se demostró nunca nada de esa supuesta relación amor odio.

Un año después de la muerte del empresario, propietario de los cines de la capital, Giuseppe D´Amico fue encontrado maniatado a una silla, torturado, asesinado por alguien aún desconocido.

Fue durante la madrugada del 17 de septiembre de 2006, pero hasta media tarde de ese domingo no fue descubierto el cadáver. A partir de ahí, de ese día, la tragedia sobrepasó a cualquier historia negra existente sobre la figura de Giuseppe D´Amico. Los medios de comunicación recordamos tímidamente todo lo que se decía desde las fuentes cercanas a las investigaciones pero que nunca fue traducido, que sepamos, a sumarios judiciales.

La familia del empresario hostelero italiano le dijo adiós en la iglesia de Aguadulce, Nuestra Señora del Carmen, en la calle Milán de la ciudad dormitorio en la que quiso ser protagonista de las páginas de crónica social, pero se quedó anclado en las de sucesos.


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Este artículo fue publicado originalmente en el Anuario Crítico de Almería 2007, en la sección Sociedad


Fantastico articulo. Se deberia escribir un libro y se deberia generar mas informacion publica sobre este tema. Quien apoyaba y quien sabia de las actividades ilícitas de la camorra en Almería? Creo que hay en Almeria un par de caciques que sabían y saben mucho.

Comentario realizado por: 

anomimo

 | 12/12/2010

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