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Control entre dos orillas


La inmigración se ha convertido en los últimos años en caballo de batalla de gobiernos y organismos sociales, también desafortunadamente en un nuevo argumento, de los inapropiados, del más bajo debate político. Por eso, muchos esperaban como agua de mayo la entrada en vigor del Sistema Integrado de Vigilancia Exterior, el SIVE. 

Una oleada de embarcaciones tratando de alcanzar la costa almeriense elevaba las voces de quienes veían en este control el punto y final a la inmigración clandestina. Fue el 16 de mayo cuando el reclamado sistema se ponía en marcha en Almería. Lo hacía por todo lo alto y tras dos meses de funcionamiento en prácticas, con la presencia de la Secretaria de Estado de Inmigración, la almeriense Consuelo Rumí a quien aclamaron por eso de ser profeta en su tierra, y el Secretario de Estado de Seguridad, Antonio Camacho. Faltó a la cita el recientemente nombrado por entonces Ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba.

La plana mayor, entre autoridades y medios de comunicación, se reunían en la Comandancia de la Guardia Civil para dar el pistoletazo de salida a una nueva herramienta cuya labor se encaminaría en varios sentidos: por un lado, labores de persuasión del tráfico de personas por otro, la detección de mafias dedicadas al contrabando y venta de sustancias estupefacientes. Un tercero sería quizá el más significativo, la dimensión humanitaria, evitar tragedias a las que últimamente parece que nos hemos acostumbrado o al menos observamos impasibles.  

Con la puesta en funcionamiento del SIVE en las costas almerienses se trataba de blindar no sólo el litoral andaluz y el archipiélago canario, destino ineludible para quienes ansían alcanzar el “primer mundo” sino también establecer una frontera en el sur de la Europa Comunitaria. Más de 7 millones de euros de inversión daban vida a un mecanismo tecnológico puesto al servicio de los nuevos retos, de las nuevas demandas sociales. Tiempo real de detección en el Centro de Control, cuatro estaciones sensoras (tres con cámaras térmicas y una con infrarrojos), interconexión de los sistemas de información con otras redes de la Guardia Civil o la reducción en el tiempo de respuesta son los atributos con los que el SIVE se presentaba en Almería tras su paso por otras ciudades andaluzas como Algeciras, Cádiz, Málaga o Granada. 

La primera prueba del nuevo sistema no se haría esperar mucho. El mismo mes de mayo un total de  375 inmigrantes fueron localizados en aguas de Almería. Embarcaciones a la deriva, en la mayoría de los casos, que eran detectadas a una distancia de hasta 23 millas de la costa, de tierra. 

Efectividad es la palabra con la que definen desde la clase política el nacimiento del SIVE. Nueve meses del sistema en 2006 arrojaron la intervención de los agentes de la benemérita en la incautación de 100 toneladas de hachís, más de 250 pateras interceptadas y por encima de los 4.000 inmigrantes rescatados del mar. Cifras que probablemente hoy mismo habría que modificar, que añadir en la lista de este fenómeno llamado inmigración o bien búsqueda de un futuro. 

La puesta en marcha del SIVE en la provincia vino acompañada además de otras medidas destinadas a combatir la inmigración irregular. Se firmaron acuerdos de colaboración con países como Malí o Senegal de manera que las repatriaciones de sus ciudadanos se pudieran efectuar en tan sólo una hora.

La activación del control costero desataría otras voces contrarias en nuestra sociedad. Las de las organizaciones no gubernamentales que abogan por otro tipo de medidas que den salida a una situación imparable. Subdesarrollo y hambre van de la mano y para los organismos sociales el SIVE representa una huída hacia delante, el pasar el problema a otros mientras miramos hacia el lado opuesto.

 ¿Acaso cuando alguien llama a tu puerta y no estás, se marcha? seguro que insiste hasta que algún día abras la puerta, me recordaba algún responsable de la política provincial. Eso es en resumen el SIVE para muchos;  la confirmación de la existencia de unos flujos migratorios masivos, y necesarios, entre dos orillas; la de la pobreza y la de la riqueza. 

Y es que la detección regular de pateras ha arrastrado a un nuevo debate político; el del fracaso del espíritu disuasorio con el que el SIVE se presentaba. Y no ha sido el único. La llegada masiva de inmigrantes cada vez de edades más tempranas ha desatado otras alarmas que poco a poco van siendo subsanadas; las de los hacinamientos en lugares inadecuados, mientras esperan sus repatriaciones, o las de la saturación de los centros de menores ante la dificultad de hallar a las familias de estos “niños patera” o tan siquiera interés de sus gobiernos por garantizar su vuelta a casa. Argumentos de peso que dan sin duda para otra historia. 

 

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Este artículo fue publicado originalmente en el Anuario Crítico de Almería 2007, en la sección Sociedad


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