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El valor añadido más importante


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El valor añadido más importante


El sistema de producción hortofrutícola intensivo desarrollado en la provincia trajo consigo el denominado ‘milagro almeriense’, con una rentabilidad considerable durante algo más de un par de décadas. Así, unas tierras casi inservibles, y miles de hectáreas sin uso se convirtieron en una mina de oro para unos agricultores que apostaron, con la lucidez de su riesgo empresarial, por abrir un camino en el Poniente que ha continuado hasta nuestros días y por más zonas de la provincia. Pero los tiempos están cambiando, como decía Bob Dylan en los setenta, y lo que antes era un milagro económico escrito en los mejores sueños está asemejándose cada vez más a una pesadilla.

Los síntomas de agotamiento comercial que presenta el campo almeriense son tan evidentes que se hace urgente encontrar soluciones que aúnen rapidez y eficacia. La entrada en los mercados europeos de productos de países terceros en las mismas fechas del calendario productivo almeriense, el aumento de los costes de producción o incluso la desidia de los consumidores están abocando a uno de nuestros pilares económicos hacia un callejón sin salida. La capacidad de innovación y de asumir riesgos que caracterizó al sector hortícola de la provincia debe situar a Almería de nuevo en los mercados con la misma fuerza con la que entró hace varios lustros.

Entre las posibles vías de escape para superar esta situación, la producción integrada, biológica o ecológica se antoja como un importante impulso para diferenciar la marca Almería en términos de calidad y respeto medioambiental. El mercado demanda productos alimenticios con el menor tratamiento químico posible y esta sería su mejor respuesta. Pero los consumidores también demandan otro tipo de cosas que no se cultivan en ninguna parte del mundo: el tiempo. La velocidad de los ritmos de nuestra sociedad precisa artículos y productos que sirvan para ahorrar tiempo en torno a las necesidades básicas, para poder reinvertirlo en la familia, en el ocio o en el descanso. De esta forma, los productos de Cuarta y Quinta Gama aportan un importante valor añadido a los matices de color, sabor, aroma y textura de las frutas y hortalizas.

Las hortalizas de Cuarta Gama son aquellas que ya se encuentran lavadas, peladas, cortadas y envasadas en condiciones especiales, con atmósferas controladas, y listas para su consumo. Mientras, las de Quinta Gama suponen un paso adelante más, ya que además de estar lavadas y cortadas son aderezadas con salsas ya preparadas o acompañan a otros alimentos ya cocinados. Incluso empieza a hablarse de Sexta Gama, productos tratados para prolongar su fecha de caducidad. Los consumidores europeos están dispuestos a pagar más por un producto que saben que es sano y, además, les supone un importante ahorro de tiempo, por lo que Almería no debe entrar en guerra de precios con países terceros y sí dirigir sus esfuerzos a renovar su imagen dentro de unos mercados que ya saben de nuestra capacidad abastecedora.

Además de generar ese valor añadido a una producción que cada vez encuentra mayores dificultades para en valores por encima de los costes de producción, el hecho de dedicar un amplio porcentaje de kilos de hortalizas para su conversión en Cuarta y Quinta Gama supondría también una descarga comercial para las miles de toneladas de productos hortofrutícolas que se agolpan en comercializadoras y alhóndigas, sin planificación alguna, otro de los males endémicos que caracterizan a esta rama del sector agrícola almeriense. Algunos apuntan a que la implantación de este sistema de comercialización podría absorber alrededor del 20% de la producción. Pero a veces da la sensación de que hay otros intereses detrás de las hectáreas que se dedican al cultivo de frutas y hortalizas. Y es que el kilo de ladrillos cotiza mucho más que el de tomate.

Si hay un ejemplo en la provincia que demuestra la rentabilidad de los productos de Cuarta y Quinta Gama es la pulpileña Primaflor. La empresa almeriense apostó hace varios años por procesar sus cultivos de todo tipo de lechugas, hortalizas de hoja y verduras chinas en distintos tipos de ensaladas ya troceadas y que comercializa tanto para el consumidor doméstico como para las grandes cadenas hosteleras del denominado canal Horeca (Hoteles, Restaurantes y Cafés) con un rendimiento económico considerable. La Asociación de Cosecheros y Exportadores de Almería, COEXPHAL, recogió el testigo de una empresa, hasta hace unos meses, asociada y puso en marcha, junto con Abelló Linde, una unidad móvil para mostrar a sus socios la rapidez y los resultados visibles tangibles de este tipo de modificación, con una acogida bastante fría. Pese a ello, tanto la propia COEXPHAL como la Consejería de Agricultura han apostado por la creación de una planta de fabricación de productos de Cuarta, Quinta y Sexta Gama, que se ubicará en el Poniente para potenciar y facilitar la conversión comercial de miles de kilos de hortalizas. Desde el área de Innovación también se ha interiorizado el discurso, si bien con deficiencias. Insiste el delegado Javier de las Nieves en subrayar que la Cuarta y Quinta Gama da salida a las partidas no aptas para su comercialización convencional, un error si tenemos en cuenta que esa producción tampoco soportaría la modificación atmosférica necesaria para su envase.

La Federación Española de Productores Exportadores, FEPEX, ya ha creado un grupo específico dentro de la organización para estas empresas bajo el nombre de AFHORLA, para defender y representar los intereses de sus asociados.


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Este artículo fue publicado originalmente en el Anuario Crítico de Almería 2007, en la sección Economía


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